January 27, 2006

ANSWER ME!

HI! I ASKED FOR IT
Jim y Debbie Goad fueron el dark side de la escena independiente gringa de la pasada década. A pesar de que, gracias al punk y a Charles Manson, se considera superado el progresista flower power, es un hecho que los editores, escritores y artistas contemporáneos son hijos de aquella época y hasta las publicaciones más edgy supuran aún un leve tufo a neo-hippismo. Los Goad, a través de su escandalosa revista, Answer me!, combatieron la corrección política americana. Debbie, antes de volverse cristiana y lectora de la Ouija, alegaba que los textos publicados en sus páginas, más que ofensivos eran educativos. Por ejemplo, en el archifamoso “Rape issue”, Jim explicaba por qué consideraba que las mujeres disfrutan en secreto de la violación. En la portada, una mesera con un ojo morado y la nariz sangrante porta un letrero que debería decir su nombre, pero que exclama: “Hi! I asked for it”. Debbie apunta: “la gente necesita ver las cosas desde distintos ángulos”.

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HIT ME BABY, ONE MORE TIME

A una distribuidora de Washington se le acusó de distribuir obscenidad (?) solo por vender Answer me! Jim ha dicho que, a pesar de declararse misántropo sus artículos repletos de altas dosis de glorificación de la violencia –en especial contra la mujer- son simplemente satíricos, y que las críticas provenían de gente sin sentido del humor, lo que no les permitía apreciar su propuesta tal y como es. Sin embargo, la revista Spin, en un artículo llamado American psycho, soltaba la sopa del arresto el 31 de mayo de 1998 de Goad bajo los cargos de rapto y asalto después de que su nueva novia, la ex stripper Ann Sky Ryan fuera internada en la sala de emergencias del hospital St. Vincent, de Portland, es decir, que el duro escritor de 37 años no sólo era teórico, sino además práctico. Su abogado, Shari Pearlman, dice que los escritos de Jim debían ser separados de los cargos que enfrentaba. Algunos seguidores de AM! siempre consideraron a Jim como un estandarte del free speech, aunque jamás, dicen, creyeron que fuera a ir más allá de eso. Sky, la noviecita de Jim relata lo sucedido: tras una discusión dentro de su coche -¿ya ven? siempre lleven su Guía Roji-, Goad pasó de los gritos a los golpes y después la encerró mientras, riendo, le decía que la mataría, hasta que se compadeció de ella y la dejó salir, chorreando sangre y manchando las vestiduras. En el hospital notaron que no solo sangraba de la nariz, sino de otras partes más, además de que en la mano tenía marcas de dientes. Debbie Goad decía de Sky Ryan que solo se quería hacer publicidad para convertirse en la próxima Courtney Love.

FREE JIMMY

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Pero Jim Goad también cuenta su versión de la historia. Según él, Sky era la que lo mantenía amenazado y en una amenazante actitud de fan from hell. De hecho, ambos se conocieron debido a que ella le mandaba cartas a su casa diciéndole cuánto lo admiraba. De acuerdo a palabras de Jim, el altercado que terminó con la hospitalización de Sky fue comenzado por ella, quien no lo dejaba en paz, persiguiéndolo y golpeándolo hasta sangrarlo en un autobús, cosa que encendió a Jim. Decidió que le daría una lección: le enseñaría la diferencia entre un terrorista aficionado y uno de verdad. Y fue así como terminó golpeada en la sala de un hospital. Jim no relata el hecho para descargar las acusaciones en su contra. Si algo no le enseñó la Biblia fue esa culpa cristiana que todos padecemos. Muy al contrario, él atiende al adagio de “ojo por ojo...”, y aclara que estaba dispuesto a recibir su castigo, pero sin despreciar ni hacer a un lado el gusto y el placer que sentía mientras orillaba a su novia al precipicio. Y remata: “Mujer que pega como hombre, debe ser golpeada como hombre, al fin que de eso se trata la igualdad”. En realidad, su defensa legal se basó en alegar que lo que escribe, una broma o sátira de la sociedad, es distinto al acto instintivo que significó golpear a Sky. Agrega que si su caso se tratara no de una forma de hacerse publicidad por parte de sus acusadores, sino de verdaderamente ejercer justicia, Sky estaría también en el tambo por atacar con un hacha a una chica con la que Jim se acostaba. El Gran Jurado de Portland le dio 25 años de cárcel, pero con una reducción a 22 meses con chance de bajar aún más si se portaba como la gente decente (o sea, como la de Portland).
Se rumora que, a fin de cuentas, las verdaderas amigas terminaron siendo Debbie y Sky, quienes habrían formado una asociación anti-Jim Goad. Nadie sabe para quién trabaja.
Si te preocupa el estado de Jim, cabe aclarar que la cárcel en Oregon es muy limpia y ordenada. De su paso por la cárcel, Goad dice no haber visto drogas ilegales, ni armas ni violaciones anales, o sea, como decía Truman Capote: una cárcel muy bonita... para quien le gusta la cárcel. Además, ahora que está libre, sigue levantando pesas y escribiendo sus libros incendiarios, por los que recibe anticipos de $100,000.

DEBBIE GOES NUTS

En octubre del 97, Debbie ya había acusado a Jim, también, de violencia intrafamiliar. Tras saber que ella padecía cáncer en los ovarios, Jim se dedicó a abusarla diariamente. Le recetaba sendas sesiones de patadas, escupitajos y amenazas de muerte. Después, ella se compadeció al verlo tras las rejas y retiró los cargos alegando que todo era un malentendido. Llegaron a un acuerdo y se divorciaron en paz. Debbie decía que si se llegara a curar, estaba segura de que Jim regresaría con ella y la cuidaría como siempre. Después, se dice, fueron grandes amigos, como los hay pocos. Debbie siguió su marcha escribiendo artículos para el fanzine Temp Slave, sobre la vida en los trabajos temporales y mal remunerados de Norteamérica; eso antes de morir derrotada por el cáncer.

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LA PLUMA Y LA ESPADA

Jimmy jamás había escrito en la escena fanzinera gringa, pero al conocerla de cerca le pareció ñoña, así que esa insatisfacción fue la flama que encendió la mecha y que marca el inicio de su revista y su carrera como escritor (uno muy respetado, por cierto). En el intro a la recopilación de 1994 apunta: “la pluma es más poderosa que la espada pero, ¿por qué tendría que elegir? Tengo dos manos y puedo cargar las dos!”. Esa frase y su Redneck Manifesto pueden considerarse su declaración de principios: la White Trash también merece vivir. Entre las páginas de Answer me! podemos encontrar minuciosos artículos glorificando la violencia: los 100 más grandes asesinos de la historia, el juego de mesa The rape game, (ilustrado por Mike Diana), los 100 mejores suicidios, los mejores músicos de country racista de EU; así como entrevistas a personajes extremos: Iceberg Slim, Anton Szandor LaVey, Russ Meyer, etc, etc. De hecho, por el famoso juego –en donde tú eres la víctima y tienes que avanzar casillas para que el violador no te alcance y te ataque-, y el resto del Rape issue, algunas librerías fueron demandadas por aceptar exhibirlo en sus estantes, ya que se le consideraba material obsceno.

En febrero de 1996, un grupo de tres neo-nazis ingleses –Ruth Fleming, Jane Greenhow y Stephen Bateman- se suicidó tras leer el artículo de los suicidios famosos. Greenhow, antes de encerrarse en su carro y conectar el escape al interior (tal y como John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios), y volarse la tapa de los sesos, le mandó los ahorros de su vida a Jim, $2,100 y una nota en la que le decía que ya no le era posible conectar la frustración que sentía con su propia vida. Jim le envió el dinero a los padres de la chica diciendo que su muerte lo había entristecido mucho. Otra de los sucesos derivados de la lectura de Answer me! fue el arresto de un hombre que se puso a hacer disparos a la Casa Blanca y a quien se le encontró un papelito con una cita extraída de un artículo de Jim Goad.
Como una manera de seguir expandiendo su bilis, Jim, bajo el nombre de Big Red Goad lanzó un disco de himnos en pro de la América blanca: Truck drivin´ psycho.

MEET JIM GOAD
La editorial creada por Jimmy y Debbie no podría tener un nombre menos acertado: Goad to hell enterprises. Haciendo una revisión minuciosa de sus artículos, podemos encontrar que la anomalía no estaba en ellos sino en el mundo que los rodeaba: Jim cuenta que su padre, un alcohólico motherfucker madreador y ojete, siempre los maltrataba a él y a sus hermanos, e incluso, en sus primeros meses de vida, lanzó un cenicero a su madre con tan mala puntería que los restos de vidrio fueron a caer en su cuna. Con una cabeza bastante brillante, Jimmy confrontó al mundo por medio de su literatura dura como la heroína y sin miramientos. Si quisiéramos diseccionar el discurso del matrimonio Goad, nos tomaría demasiado tiempo. Baste con 2 ejemplos de hasta dónde era capaz de llevar su mala leche: al ser detectado el cáncer de Debbie, ésta llamó al famoso “doctor muerte”, Jack Kevorkian para hacerle una bromita: le explicó su caso y le pidió que asistiera su suicidio. Al final, el cáncer cedió, aunque años más tarde el virus celular pudo más con ella y la volvió a invadir. Por su parte, Jimmy editó un fanzine llamado Chocolate impulse, en el cual, bajo un seudónimo, atacaba a un ser lleno de maldad y odio y llamaba a la escena fanzinera a unirse a su ataque. El enemigo: Jim Goad. Algunos editores cayeron en la trampa –incluida Darby Romeo, editora de Ben is dead- y crearon un frente anti Answer me! Al final, Jim, en un artículo llamado Chocolate impostor, descubrió la farsa, demostrándoles lo inocentes que podían ser.

GORILA #12

January 17, 2006

LOS INTESTINOS DEL MANGA

UN TSUNAMI CULTURAL

Los cómics japoneses (Manga, en términos especializados), una industria casi tan adelantada como la tecnología del país asiático, inició su avasallador avance cultural en la década de los 50, pero no es sino hasta mediados de los 80 –con la popularización en occidente del Anime (las caricaturas televisadas) que se comienza a hablar seriamente de su poder de convocatoria y la amplia influencia que logra implantar en sus seguidores. Abarcando un amplio espectro de las motivaciones de la juventud nipona (sus taras, obsesiones, miedos, traumas y gustos), sus páginas tratan todo tipo de historias: samuráis, robots, sexo, historia, romance, etc. La tipología en la que se subdivide el Manga es la siguiente: Kodomo son los títulos para los niños más pequeños, Shonen es para los varones entre 12 y 18 años. Las niñas leen los títulos de tipo Shoujo. Una vez que las mujeres pueden trabajar, suelen optar por los Josei Manga, y para los hombres adultos es que existen los Seinen, amén del Hentai, la versión pornográfica de los cómics y el Yaoi, su forma homosexual. Estos títulos representan en conjunto el 40% de la producción editorial japonesa. Un gigante corporativo en forma de libros ilustrados.

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Las industrias del Manga y el Anime son con frecuencia una sola. Sus autores –las súper estrellas millonarias del Japón-, muchas veces son los creadores de sus historias en forma impresa y en su versión para la televisión o el cine. Dos ejemplos de esto se encuentran encarnados en las personas de Ozamu Tezuka (con su personaje insignia, Astro Boy, responsable del gran salto de la cultura pop japonesa a occidente) y Katsuhiro Otomo (padre de Akira, el anti-héroe cyber punk).

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Existe una serie de lineamientos o características que son propias de la historieta japonesa y que se puede reconocer fácilmente: la iconografía de las expresiones faciales y corporales (venas saltadas para representar el enojo, los ojos grandes de los personajes, los peinados puntiagudos, las narices pequeñas, las cascadas de lágrimas cuando se llora, etc.), las onomatopeyas y su impresionante especificidad (existen signos para representar, por ejemplo, todo tipo de parpadeo: lento, rápido, etc.) y sus técnicas específicas (líneas de acción para representar movimiento, el uso de tramas de puntos y líneas en forma de transfers adhesivos para crear efectos de luz, sombra y altos contrastes). Son estas marcas una especie de impronta cultural que las hace fácilmente reconocibles en occidente.


MAMÁ: SOY UN OTAKU

De esta subcultura brota una especie de seres que representa la fuerza real del arte contemporáneo nipón: los Otaku, una horda de fans enloquecidos con un solo objetivo en la mente: coleccionar todo lo relacionado con el Manga y el Anime. Más a profundidad, Otaku es aquel que, en su desenfrenada carrera por convertirse el mayor poseedor de objetos relacionados con su adoración, no tiene una vida o, en el mejor de los casos, la tiene empeñada –al igual que su dinero, su tiempo y su esfuerzo-, en su batalla contra otros Otaku más talentosos o con mayores medios disponibles que él. Su existencia se ve casi absolutamente interferida por su obsesión. El término Otaku en realidad significa “tu casa”, pero su definición actual es más cercana a la de Fanboy, la versión norteamericana de los seres sin otras motivaciones que los cómics y lo que tenga que ver con ellos. El termino, aparentemente, fue acuñado por un humorista y ensayista llamado Akio Nakamori quien en 1983 se percató del inusual fenómeno social que comenzaba a gestarse y lo retrató en An investigation of Otaku.

Básicamente, para encontrar un Otaku habrá de buscársele en su propia casa, tirado en un sillón mientras hojea un ejemplar de cualquiera de las miles de Mangas que se editan semanalmente en Japón. Pero el medio ambiente Otaku es también aquel de las Comike, las convenciones de cómics que llegan a reunir hasta medio millón de gremlins-fans en sus ediciones de cada dos años. Los Otaku son los outsiders del Japón, y las Comike representan, usualmente, su único punto de encuentro con la sociedad. Allí, metidos en botargas y disfraces de sus personajes predilectos –fenómeno llamado Cosplay, costume play, juego de disfraces), parecen encontrar la empatía y la felicidad que les es negada en la calle. A fin de cuentas, su descripción física se acerca muchísimo a la del nerd del salón de clases: “Muchos de ellos sufren de dermatitis atópica y son anormalmente obesos. Son feos. Por eso no le gustan a la gente. Algunos son físicamente deformes. ¿Quién puede quererlos en Japón?”. La anterior es la nada halagüeña definición del Otaku en labios de Takashi Murakami, un artista plástico que se ha revolcado en el fango intestinal del Manga.

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MURAKAMI: POP, OTAKU Y TRAGEDIA

Una sociedad se debe apreciar como un todo, sin ocultar sus debilidades, sin
negarse a explorar su lado oscuro.
Robert Muchembled, en Historia del diablo,
Siglos XII-XX


A la fecha, Murakami se ha convertido un ejemplo sobresaliente de lo que en estos tiempos se puede denominar Cultura Pop Japonesa. Nacido en 1962, posee una licenciatura en Nihon-Ga, un estilo gráfico tradicional de su país y que data del siglo XIX; pero en la década de los 80 decidió separarse de ésta al darse cuenta de la poca relevancia que esta vertiente artística tenía en la cultura contemporánea japonesa, y fue así como terminó de frente al Manga y la simbología que gravita a su alrededor. Su obra muestra pinturas y esculturas con iconos que brotan de las páginas del cómic y la animación nipona. Con un mucho de inspiración en los artistas pop norteamericanos quienes supieron trasplantar los aspectos de la cultura banal y la vida cotidiana en las tierras del arte (como Warhol hizo con los objetos de supermercado y las estrellas del cine, Jeff Koons con la pornografía y el mal gusto y Lichtenstein con el cómic), Murakami le da forma a lo que los críticos denominan “Otaku deconstructivista” y que en su universo se llama Poku, palabra que surge de unir los términos Pop y Otaku.

Sus personajes son calcados de la imaginería que puebla el pop japonés: Hello Kitty, Sailor Moon, Pokèmon; pero con un twist perverso que les da un aura sexual, casi diabólica: Sailor Girls expulsando leche de sus descomunales tetas, Sailor Boys eyaculando un torrente exagerado de semen, iconos que parecieran salidos del microcosmos Sanrio (aquel en el que viven Kitty y sus amigos), pero con rasgos agresivos, demoníacos. ¿Por qué si la estética japonesa abreva de uno de los paradigmas de la estética posmoderna de la isla –Kawaii, la ternura-, ha de crear monstruos como los del universo (o Mangaverse, como se le denomina en Marvel) del tipo de Murakami?

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COMIC STRIPS SERIAL KILLER (PERO EN JAPONÉS)

It´s my wild life, Wild life, my life
Shonen Knife, Wild life.

El caso: los cuerpos de más de 10 mujeres son hallados descuartizados y con miembros faltantes. Las autopsias indican que el agresor ha abusado de todas ellas previo a su desmembramiento. Todas las víctimas son menores de edad: entre 6 y 12 años. Tras las minuciosas investigaciones, un hombre es arrestado. Su edad: 28 años. Su nombre: Tsutomu Kiyazaki. Lo particularmente relevante: Kiyazaki era un Otaku. Inmediatamente después de su arresto, en la televisión comienzan a aparecer, como en cascada, imágenes desde el interior de su casa (no lo perdamos de vista: su Otaku). Su recámara: la del típico Otaku (afiches, libreros, del suelo al techo, repletos de videos de Anime, volúmenes y más volúmenes de Manga; ni un mueble, todo es Manga). Es más, su cuarto es siniestramente parecido al de Murakami. Su madre -la de Murakami-, al ver las imágenes, naturalmente, se escandaliza. “¿Estás bien?”, le pregunta. Murakami se defiende explicando los oscuros matices de la cultura Otaku –los intestinos del Manga-: “yo soy uno de esos losers que falló en su intento de convertirse en un rey del Otaku. Sólo alguien con una memoria tan amplia como para debatir puede hacerlo”. Explica que Kiyazaki, el asesino de ninfetas, era también un derrotado incapaz de acumular la información suficiente, y agrega: “su colección de objetos tampoco era tan chida”. Kiyazaki era como Murakami, quien añade: “lo único que lo hacía “diferente” a nosotros era que él videogrababa los cadáveres de las niñas que asesinaba”. ¿Las motivaciones? El reporte policial decía: “el hombre confesó que violó, fotografió y mató a las niñas. También declaró que veía tanto Anime y estaba tan en tono con los suaves cuerpos de las chicas que nunca en realidad llegó a desear a ninguna mujer adulta de carne y hueso”.

En el fanzine Invasión dedicado a la cultura japonesa, Jorge Grajales nos da un dato sobre la cultura contemporánea nipona y su bizarra conexión con el Manga: “Aparte de personas que desafortunadamente son mentalmente inestables o adictas al alcohol, los cambios en la sociedad y la cultura de negocios en Japón durante los pasados veinte años han provocado un incremento en la población de indigentes”. Grajales expone un terrible incendio en Shinjuku, un área que, similar a la escena squatter de Hollywood, California, solía albergar a los homeless y que, por el incidente, terminó dispersándose hacia otros lugares. He aquí la ocupación de los sin techo: “Muchos de ellos hacen dinero pepenando revistas y Manga de la basura, limpiándolos y vendiéndolos en la calle por 100 yens”. En 1988 se alcanzó la cifra de tres billones de Mangas impresas; sirva este dato para calcular la elefantiásica importancia del Manga en Japón y su inevitable aterrizaje en las alcantarillas de la vida urbana nipona. “Si vas a un consultorio médico, en vez de Newsweek hay cómics”, relata Leyna Marika en Girlz+Comix Japanese, un artículo aparecido en el fanzine Ben is dead de 1998, y en el cual desmenuza la cultura del cómic en Japón.

El Manga y las alcantarillas de la extraña forma de vida japonesa conviven en un mismo espacio. Para Murakami es posible explicar muchos aspectos de la cultura contemporánea del Japón por medio del Poku, su situación actual, su pasado milenario (y el más cercano, con Hiroshima y Nagasaki opacando el paisaje) y el futuro que acecha. Su obra, compuesta evidentemente por elementos festivos, intenta llamar la atención sobre la desesperanza del japonés. Su trabajo es “un registro de la lucha que libra la gente discriminada”. El término Otaku es despectivo en Japón, no así en EU, en donde los fans hardcore lo portan con honor y orgullo. En Japón atiende a los estereotipos nacidos del caso Miyazaki: los Otaku son los sociópatas, aunque la juventud y la niñez japonesa tengan en su haber más casos violentos sin ser parte de la tribu del Manga: niños que asesinan a sus padres golpeándolos con bates con punta de metal, o el de un bebé de un año que tomó las llaves de la van de su padre y la estrelló en el jardín de vecino pues había “aprendido” a manejar viendo a su padre jugar videojuegos.

La alienación de los jóvenes japoneses es el rasgo de la generación de la posguerra, la cual se educa en las páginas del Manga; así como los adolescentes occidentales de la Generación Nintendo maman su educación de las ubres de sus consolas. ¿Cuál será la instrucción que están recibiendo los niños mexicanos?

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LOS ERMITAÑOS DEL SOL NACIENTE

Hikikomori –en español: apartados de la sociedad- es una de las nuevas tribus urbanas que los tiempos contemporáneos japoneses han engendrado. Uno de cada diez jóvenes adolescentes lo es. Una cifra alarmante, tomando en cuenta la forma de vida que llevan y sus actividades cotidianas: la idea es no salir de casa. Su Otaku es su madriguera, su refugio. Para los afligidos padres –a los que no les queda de otra más que resignarse y ocultar la infame realidad- se vuelven sus Tamagotchis: mascotas virtuales (pero de carne y hueso) a las que hay que alimentar tres veces al día. Mascotas con exigencias particularmente engorrosas, pues su objetivo final es sostener el menor contacto posible con el mundo exterior y los seres que lo habitan, entre los que, obviamente, se encuentran sus progenitores. Los hikikomoris salen de su radio de “acción” sólo para dirigirse al baño, pero se sabe de casos en los que éstos se van desprendiendo de hábitos elementales, como el de Yoshiko, un niño de 17 años (“el niño de la cocina” por el lugar que eligió para construir su nido solitario) que solía bañarse únicamente una vez cada seis meses.

Su dinámica es muy similar a la del Otaku tradicional: su refugio lo acondicionan con los gadgets necesarios para sobrevivir al aislamiento: videojuegos, Mangas, conexión a Internet, tele por cable, cds. En www.tako.ne.jp un hikimoki describe: “duermo hasta que mis ojos casi se pudren”. Los padres aceptan llevar la pesada carga por una razón cultural que los orilla a esperar a que todo se resuelva, aunque no siempre es así. La causa de este desorden mental (combinación de depresión, estrés escolar, fracaso, novatadas, decepción y falta de capacidad para adaptarse al medio social) no siempre es superada: a veces el resultado final es el suicidio, cuadros violentos o la muerte en manos de los propios padres.

El número de hikikomoris en Japón es exageradamente alto: la cifra oficial habla de 6000, aunque los reportes psiquiátricos reportan que posiblemente más de un millón de jóvenes lo son (10% de la población), y como consecuencia de los actos violentos que llegan a realizar, se les atribuye el crecimiento en las cifras de actos vandálicos. En los primeros meses del año 2000, el número de crímenes juveniles se incrementó un 15 %, y la mirada se posó en el bizarro fenómeno sociológico. La estigmatización de estos seres poco a poco va creando una válvula de escape para el Otaku de toda la vida: el Otaku es indefenso (aunque habría qué preguntarle a Kiyazaki), mientras que los hikikomoris se han visto envueltos en terribles casos de violación, homicidio y secuestro (¿qué tal el de una niña de 9 años que fue liberada tras 10 meses de reclusión forzada por un hikimori?), entre otras lindezas.

La forma de vida de la segunda economía mundial arroja sus heces a la cara del occidental que se alarma por los últimos recursos del japonés: el milenario y mortal harakiri es bien conocido, aunque lentamente se van añadiendo nuevas formas de suicidio: lanzarse al paso de trenes en marcha, aventarse de edificios y ahora con Internet, la concertación de citas para llevar a cabo suicidios en grupo por medio de la inhalación de los gases tóxicos de los automóviles.

MILENIO, SUPLEMENTO TRASPATIO, DICIEMBRE 11, 2004

January 10, 2006

DANIEL CLOWES

Mientras las nuevas y las viejas formas del comic se iban reacomodando justo al inicio de la última década del siglo XX, alguien ya estaba haciendo su trabajo desde mediados de la era perdida –los 80-: el más renombrado de los indies. Daniel Clowes forma parte de la escena de los comics alternativos de los años noventa, a pesar de comenzar a desarrollar su elaborada marca registrada mucho antes, y destaca especialmente entre los de su generación por su gran habilidad narrativa, pues es un gran storyteller con un estilo y ritmo estilísticos únicos y una impresionante y depurada capacidad gráfica, con la cual se podría hablar ya de una estética Clowes.

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Con una historia publicada en el clásico Love & Rockets de los Bros. Hernández, no es hasta 1985 que la casa editorial Fantagraphics comienza a publicar su trabajo, en este caso, la serie retro-detectivesca protagonizada por su alter ego Lloyd Llewellyn; pero es por Eightball, un título que comenzó a editarse en el 89, que Clowes se convierte poco a poco un renombrado y respetado artista del gremio alternativo.

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Con los años, ha habido momentos en su carrera como creador gráfico en los que ha coqueteado con un relativo éxito (relativo considerando el éxito al que puede aspirar un artista independiente), como al ser comisionado por Coca-Cola para diseñar la lata de OK Soda, una edición especial para los miembros de la vilipendiada Generación X (de las cuales ambas fracasaron: la lata y la generación), el video animado de I don´t wanna grow up, el cover de los Ramones a la canción de Tom Waits, y más recientemente, la adaptación en cine de Ghost World en manos de Terry Zwigoff, realizador del documental que retrata a Robert Crumb y su retorcida forma de vida. Pero, afortunadamente para sus lectores, su energía está enfocada en seguir atacando la opalina, creando esos mundos que semejan los intrincados y bizarros filmes de David Lynch.

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Clowes conoció el comic underground en los días en que le echaba vistazos a las Penthouse del papá de uno de sus amigos, y como buen geek, terminó más interesado en la pornografía gráfica de Crumb que en la de las graciosas pets de la revista. Como su hermano compraba todo tipo de comics, se nutrió esencialmente de aventuras ilustradas desde pequeño e inició calcando comics de Batman. Teniendo unos padres intelectuales no sufrió de restricciones respecto a lo que podía leer o escuchar, y quizá por eso su educación artística no fue nada convencional: leía el MAD mientras escuchaba música de los años 40 y 50 y miraba películas de serie B. Así, terminó despreciando las formas contemporáneas de la cultura pop con la que le toca convivir, inclinándose hacia aquello con sabor vintage y/o retro. De esta manera, atrincherado, es que ha logrado desarrollar una estética única, una de las más envidiables e influyentes que, acompañada de sus técnicas narrativas, lo han vuelto uno de los más prominentes comic makers de Norteamérica.
Clowes ha encapsulado el look de los años 50 (por un miedo confeso al futuro y un aferre sistemático a la nostalgia), pero a sus situaciones y personajes les inyecta una agria carga humorística y crítica de la forma de vida del norteamericano contemporáneo. Las taras son hilarantes en el mundo de Clowes, la deformidad mental y física es utilizada para crear intrincados y complejos escenarios narrativos. Like a velvet glove cast in iron, una de sus primeras historias largas, va transitando de una aparente trama convencional (se trata de una especie de historia detectivesca en la que un hombre sale en busca de una antigua novia con la que desea reencontrarse) hacia una serie de despropósitos que disparan la trama en diferentes direcciones: esa novia la vio actuando en una película seudo porno en la que no hay escenas de sexo explícito sino situaciones bizarras.

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El cine en el que hace el descubrimiento tampoco es “normal”, pues en el baño un gurú da consultas sentado en la taza y es él quien le da los datos necesarios para embarcarse en la búsqueda, la cual terminará siendo una pesadilla posmoderna en donde confluyen los personajes más disparatados. Por obras como esta es que ha sido comparado con Lynch, aunque quizá Clowes tenga más sentido del humor que el director de Montana.

En el humor en Clowes siempre (o casi siempre) hay una tensión sexual. Los fetichismos, el voyeurismo, las fijaciones, el comportamiento erótico incómodo, cualquier desviación sale a flote. En On sports hace un corte transversal de las motivaciones de los deportistas y los aficionados al deporte (¿machismo, homosexualidad reprimida?), mientras que en una de las aventuras de Pogeybait, éste extraño ser que deambula en truzas y presume un peinado de salón, tiene una sesión de sexo telefónico muy satisfactoria, pues pega de gritos hasta que se le agota el tiempo... aunque termina lamentándose: “¡olvidé masturbarme!”... ¿no es gracioso?
Pero más allá de su irónico sentido del humor, sobresalen sus historias “serias” en donde se interna en complejos terrenos para contar las difíciles vidas de sus personajes marginales.

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Por ejemplo, David Boring es hijo de un oscuro historietista de los 60 y, como casi todos los protagonistas de Clowes, tiene una especial dificultad para relacionarse o comprender las formas de vida convencionales de los que lo rodean. Así sucede con casi todos aquellos retratados en Caricature; en especial Mal, un caricaturista malogrado dedicado a dibujar a los visitantes de una feria de pueblo (como aquellos tristes artistas de Chapultepec) y a quien una fugaz novia lo abandona amargando aún más su gris existencia. Como se puede ver, Clowes explora continuamente el papel del dibujante de comics o de los comics en sí, más allá de las ideas más tradicionales pues, por ejemplo, en Eightball 23 narra la historia de Andy, un adolescente en cuyas manos cae una pistola capaz de desintegrar objetos y personas. Con ella se vuelve The Death-Ray, aunque su vida como súper héroe la vive bajo la tutela de su mejor amigo.

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Pero la vida es cruel y por esas laberínticas formas que tiene la amistad, Andy termina desintegrándolo, internándose a sí mismo en una dura disyuntiva -¿la amistad o un super-poder? ¿el poder o la vida humana?- en la cual quizá sólo personajes del mainstream (Batman acaso) con más fondo que Superman se han metido.

Los laberintos sentimentales y existenciales de Clowes derivan de su propia y pesimista forma de percibir el mundo. En The Imp, el proto fanzine especializado en comics de Dan Raeburn, Clowes confiesa: “Cuando vivía en Chicago no fui feliz (...) colocar un tripié y ametrallar a todos me habría hecho feliz”. Hay un conflicto interno en Clowes que plasma en cada uno de sus comics. La infelicidad, la angustia, la repulsión por el ser humano gregario –mas no así como individuo, por quien siente una simpatía al identificarse en su lucha intestina consigo mismo- todos los sentimientos vergonzantes, las debilidades, las múltiples limitaciones que alejan al hombre de la perfección norteamericana son los rasgos primigenios de sus personajes. Más allá del Whiteman que retratara Crumb y que recorría las calles babeando y buscando sexo mientras exclamaba: “soy un tonto del culo”, el americano de Clowes contiene una mayor densidad en cuanto a marginalidad se refiere.

La mejor forma de entender a Clowes es conociendo su obra que, aunque enigmática y un poco hermética, contiene mucho de lo mejor de la historieta alternativa de EU. Y es divertida, cosa que hay que agradecer, estoy harto de estar deprimido; ¿ustedes no?
Publicado en Milenio

January 04, 2006

SOY UN ANUNCIO DE MI MISMO, SO FUCKIN´ WHAT

Citado por Naomi Klein en No Logo, Norman Mailer apuntaba:
“los graffiti de los artistas urbanos son como fuegos de artillería de la guerra
entre la calle y el sistema”.
Aunque ahora podemos ver cómo las grandes corporaciones –sobre todo aquellas que “son cool”- se apoderan de el carácter efímero, radical y combativo del graffiti, llenar las paredes con pintura de aerosol (sean éstas parte de un espacio público o no) continúa representando una forma de ataque a las buenas costumbres, al convencionalismo. Cuenta la leyenda que el deporte conocido como taggin´ lo inició un tipo neoyorkino quien, aprovechándose de su calidad de mensajero, comenzó a escribir su nombre –y el # de su calle también- en cuantos camiones de helados encontraba a su paso. El hecho habría pasado desapercibido a no ser por una nota aparecida en el New York Times en la cual se hablaba de aquel guerrillero anónimo. Y así comienza una cadena que para llegar al apoderamiento de la estética de choque practicada por el graffiti por parte de las marcas comerciales, hubo de pasar por el Hip Hop, el Arte (Keith Haring, por ejemplo) y, claro, la publicidad.

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FRANCOTIRADORES S. A.
Toda consigna digna de ser escuchada (pero cuidadosamente acallada por la autoridad) casi siempre salta la vista por medio de los muros. El ya tan sobado “La imaginación al poder” de los 60 es un ejemplo de ello, pero también el arte en esténcil como el de Acamonchi lo es. Las simples oraciones cargadas de ideología política han dado paso al desagravio de la cultura convencional y el corporativismo aplastante.

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Por ejemplo: la piratería publicitaria. Inclinada más hacia lo que hace gente como los editores de la revista Adbusters (sacar los anuncios de su contexto para que el lector se de cuenta de lo grotesco que es el marketing) que hacia las playeras que ahora todo mundo viste (como anunciando el “anarquismo”): Marihuana en vez de Mc Donald´s, Cocaína en lugar de Coca-Cola, etc., la piratería publicitaria juega a mutar los mensajes originales y cambiarlos de dirección, logrando que el disparo lo reciba la major company. Un ejemplo de lo que los adbusters (rompeanuncios como se les llama en España) realizan es el siguiente: a un anuncio espectacular de Levi´s, pegarle una imagen de Charles Manson. El término, creado por la banda Negativland, se nutre del concepto de que el transeúnte debe ser capaz de replantearse el papel de las marcas: ¿es cool Nike? ¿acaso no es la misma compañía que mantiene a sus empleados en Vietnam semi-esclavizados? Y lo mismo se puede decir de los mensajes que de la noche a la mañana aparecen en las paredes de la ciudad, firmados no con tinta sino con aerosol: es el pastelazo en la cara de Bill Gates, el gancho al hígado de la familia, la autoridad, los exquisitos. Las formas de protesta ahora abrevan de distintos manantiales: el graffiti se alimenta del arte contemporáneo, que a su vez mama del DIY del punk, que a su vez se apropia de la filosofía. El término en Inglaterra es subvertising, una mezcla de subversión y advertising, dejando claro hacia dónde se dirigen los disparos.

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SOY TOTALMENTE FALSO
En el fanzine Número, alguna vez se hablaba del efecto que provoca la subversión de mensajes: ¿qué pasaría si la típica fresa hueca y mensa vistiera playeras con mensajes radicales? La premisa sonaba interesante, pero ahora es típico ver chicas por la calle portando t-shirts divertidas pero engañosas: basta preguntarle a cualquiera que lleve una franela con el logo de Starbucks cambiado por Starfucks. Es decir, es fácil caer en la broma, pero razonarla lleva más tiempo. Cuando esa fiebre por darle características “alternativas” a las cosas comenzó, no fue tan bien recibida. Las chicas se ofendían con las que mostraban la figura de un hombre apuntando con una pistola a la cabeza de una mujer con la palabra bitch. Igualmente, Coca-Cola recibió la flecha que ella misma había disparado: en 1994 lanzó OK Soda, una bebida gaseosa para la Generación X, aquella supuestamente irónica y nada complaciente.

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La lata –una verdadera chingonería diseñada por artistas como Dan Clowes y Charles Burns, uno de los historietistas independientes más interesantes de la escena gringa- mostraba la cara de un adolescente tipo Beck (o sea: I´m a loser baby, so why don´t you kill me?) como para que los outsiders tuvieran por fin una bebida que los “representara”. Ajá, sí, pero, ¿manufacturada por Coke, uno de los más grandes símbolos del corporativismo imperialista? El refresco fracasó, pero el camino hacia el apoderamiento de lo radical siguió su paso... recuerda: también hay una moda llamada Radical Chic. Por eso, si no te gusta ensuciarte ni tener que convivir con el contingente que sigue protestando por el 2 de octubre (contingente que como ya hemos visto, es más hueco, ignorante y mal informado de lo que nos quieren hacer creer los izquierdistas), si no te gusta el olor a sudor pero sí la “Revolución” (de amor, como dice Maná), ya puedes ir al mall y comprarte aquella ombliguera que trae la cara del Ché Guevara ©. ¿Acaso no es taaan cool? Entonces: si un político, de izquierda (la mierda fría que decía Bukowski) o de derecha (la mierda caliente) te patrocina regalándote latas de spray, ¿significa que te has vendido? Seguramente no, porque, de hecho, ya alguien te había comprado desde antes.

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