November 11, 2008

37 años de Miedo y Asco en Las Vegas

Cerca del noventa por ciento del tiempo me siento como un tonto obvio —pero el resto del tiempo sé que soy un santo & un héroe. HST



El 11 de noviembre se cumplen 37 años de que la pieza más fiera del periodismo gonzo vio la luz en la contracultural Rolling Stone. Salida de la mente lunática del Dr. (en periodismo gonzo) Hunter S. Thompson y de la pluma nerviosa de Ralp Steadman, es hora de rendir tributo.

El proyecto: exponer La Muerte del Sueño Americano. El resultado: una larga pesadilla literaria. Si no podía competir con Easy Rider era una vergüenza. Todos los días, desde su cabaña en Owl Creek, desde su centro de operaciones (la cocina, encima de “El cuarto de Johnny [Depp]”) golpeteaba su IBM Selectric para lograrlo.

Se le ha relacionado con la contracultura -la misma Rolling se hallaba enclavada en San Francisco- aunque a él no le gustaba la idea por miedo a ser considerado el vocero de lo que llamaba “the New Old”, la aburrida escena underground y las naïve comunas hippies.

GONZO

Gonzo es como Punk: difíciles de definir, ambos términos aluden a una actitud —predominantemente anárquica— más que a una metodología. HST no es el primer escritor en involucrarse con tanta profundidad al escribir una crónica periodística, pero sí el primero en irrumpir como un ladrón de casas que luego de embolsarse la tele, las joyas y el dinero, se caga en la estancia. Proclividad hacia la provocación y el disturbio, todo en nombre de la Ciencia Periodística.

La palabra fue acuñada por Bill Cordoso, editor en los años setenta de Boston Globe. “Un buen libro trata sobre gente, no sobre teorías”, decía HST y, por ejemplo, traer a la vida a Raoul Duke fue un proceso largo y doloroso, pues la perspectiva de convertirse él mismo en el protagonista de la historia no la tenía a la mano en primera instancia. Pero la idea lo atraía por novedosa, por poco explorada, por lo menos en el campo periodístico. “Duke es sólo semi-ficticio, pero suficientemente brumoso para dejarlo decir y hacer cosas que no funcionarían en primera persona”.

El nuevo periodismo de Wolfe no era lo mismo a lo que se refería Thompson. En una carta que empezaba de manera muy educada, con un Dear Tom, le advierte: “Tú, indocumentado con escorbuto! ¡Haré que tus fémures acaben como huesos astillados si alguna vez vuelves a mencionar mi nombre en conexión con esa horrible estafa del ‘nuevo periodismo’ que andas promoviendo!” Un antecedente que sí reconocía era En el camino, de Kerouac que, decía, de haber sido presentado como periodístico habría sido ignorado por la crítica literaria.

Un premio imaginario para el mejor ejemplo de periodismo gonzo puro estaría dotado de un galón de éter crudo. No podemos transcribir aquí su receta completa para leer periodismo gonzo, pero un punto importante dice que “—igual que el sonido cuadrafónico tetradimensional— existe en muchos niveles: no es tan ‘escrito’ como representado, y debido a esto, el resultado debe experimentarse. En lugar de simplemente ‘leerse’”.

REVERSA DESNUDA

El libro es el acto colaborativo más perfecto entre Hunter y Steadman, y sólo una revista del calibre de Rolling Stone podría haber publicado una atrocidad como ésta.

Para Steadman, el viaje que hicieron meses antes para cubrir la Copa América fue el detonador del estilo que vemos en Vegas: allí, llevado de la mano por Thompson (y una dosis de LSD), conoció de frente la depravación de Estados Unidos. La mitad del libro, para HST, nació del famoso reportaje que Sports Illustrated le había comisionado para escribir pies de foto de la carrera de motos Mint 400 en Las Vegas, y que él llevó al tamaño de una novela 90% más extensa que el plan original.

El viaje bajo la influencia que protagonizan el Dr. Raoul Duke (Thompson) y su abogado samoano de 300 libras (el chicano Oscar Zeta Acosta) fue escrito de un tirón a mano y en seis días, por lo menos la primera mitad, con la idea de ser impreso tal cual, como periodismo instantáneo. HST cambió de opinión en varias ocasiones sobre la extensión y hasta el título de la obra (The Vegas Diaries of Raoul Duke fue uno tentativo). Su publicación se vio retrasada en parte por la furiosa negativa de Acosta, con amenaza de demanda, a que su fotografía apareciera en el libro, pues su reputación se vería afectada, y con el reproche por sentirse como un nativo que HST descubrió en el bosque para presentarlo a la civilización.

El libro —y también la versión fílmica de Terry Gilliam— es un viaje enloquecido a través de los estados alterados de conciencia. Sorprende una confesión de Thompson: el libro “fue un intento consciente de simular un viaje de drogas”. Durante su escritura Thompson no consumió estupefaciente alguno. Luego se embarcó en un viaje por carretera aderezado con mescalina y acompañado por un periodista de The Village Voice para verificar que lo que había escrito en verdad se asemejaba a un viaje auténtico. Gonzo puro. Ese “Viaje Salvaje al Corazón del Sueño Americano” representó el epitafio sobre la tumba de los años sesenta. “Nos dirijimos a un tiempo mucho más salvaje”, adelantaba Thompson.

Miedo y asco se convirtió también en el ancla estilística de Thompson. Luego del éxito obtenido con ese libro ya casi todo lo que escribía aparecía bajo el nombre de Miedo y asco en cualquier parte y no todas las asignaciones las cubría a cabalidad: en los años noventa pasó por un duro periodo en el que abusaba de cocaína y anfetas, y del cual Steadman recuerda: “Su conversación suena como William Burroughs leyendo Finnegans Wake”.

Thompson había sido un guerrero, y los guerreros quedan heridos, cansados y decepcionados. Thompson hizo del periodismo su campo de batalla, luchando por conseguir que se le pagara un poco más por ponerse la armadura (o desmadrar un Cadillac, pues no se puede buscar el Sueño Americano en un Volkswagen) o porque los editores no le cambien una sola coma a sus textos, o por desechar la mayor parte del trabajo realizado con tal de dar siempre el mejor disparo.

STEADMAN

La relación de ambos fue intensamente fructífera y conflictiva a la vez. Comenzó por accidente —Thompson había pensado en Pat Oliphant como primera opción para ilustrar su trabajo— y terminó en un agrio amor-odio. Aun así lograron desarrollar una carrera simbiótica. Ralph se sentía más bien una infección en la vida de Thompson, cuya prosa explosiva ganó volumen con los trazos violentos y derramados de tinta de Steadman. Thompson, en realidad, adoraba los dibujos “despiadados” de Steadman, como de un George Grosz puesto al día y que entendía el concepto de periodismo gonzo. Tan fue así que abogó por su inclusión pues Jann Weenner, de la Rolling, lo consideraba un Steinberg barato.

Steadman hizo el peor trato con esa editorial, pues cobró muy poco, vendió sus originales a la Rolling en 60 dólares y los dibujos quedaron registrados como de autoría de la revista. Además, Thompson le robaba dibujos y recibía muy poco de regalías.



Publicado en Milenio Diario el 9 de noviembre de 2008.

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