May 09, 2007

SONIC VISION

Sonic Vision: Música para tus ojos
Domo Digital Banamex
Papalote, Museo del Niño


El Domo Digital Banamex del Museo Papalote es una interfase fabricada para estimular las sensaciones. Cualquiera de las proyecciones que allí se pueden apreciar resulta impresionante. Si uno es muy entusiasta acabará exclamando: “¡demonios, ya estamos en el futuro!”. La tecnología ha acortado muchas distancias. Las películas de ciencia ficción de serie B contemporáneas lo son en buena parte porque lo quieren ser, pues los programas computacionales lo permiten todo.


Sonic Vision es uno de los filmes en 3D de la temporada en el domo de 23 metros de diámetro. Por medio de sus nueve proyectores es posible sentir que la experiencia de mirar un show en sus butacas reclinables rebasa el límite de los ojos y se introduce en el resto de los sentidos. El sonido envolvente y los efectos visuales desplegados en pantalla se combinan para subirle un nivel al acto de escuchar música.

Para acompañar las animaciones psicodélicas –coproducidas por el National History Museum of New York y la cadena de videos que ya conocen-, se llamó a Moby para mezclar canciones de Radiohead, U2, David Bowie, Coldplay, Queens Of The Stone Age, The Prodigy, The Flaming Lips, Fischerspooner, Spiritualized, Audioslave, Stereolab, Boards of Canada, David Byrne, Brian Eno, Goldfrapp, Zwan, White Zombie, y el mismo nieto de Hermann Melville.


Debo decir que la combinación es alucinante. Los múltiples paisajes se suceden uno a otro con gran rapidez pero sin perder el hilo conductor, que a veces es una construcción tubular, otras una serie de plataformas flotantes,y unas más, simplemente el espacio interestelar. Cualquier imagen en movimiento para que la inmersión total se lleve a cabo. Algunas de las secuencias gráficas son adaptaciones de paisajes del tremendo Alex Grey, y eso se constata en las posibilidades alucinatorias de dichos momentos.

Pero –oh no, ¿por qué debe haber un pero, no que el mundo era perfecto?- la mezcla de Moby es regular, tirando a mala. Es más, tirando a pésima. Los temas fueron bien escogidos (aunque yo habría evitado a U2 y Coldplay, su música es rock fascista disfrazado de liberal, cubierto de miel, mermelada y caramelo, según mi humilde opinión; y mi opinión estaría de más si no fuera porque en la mezcla suena, por ejemplo, Stereolab... ¿qué hacen esas bandas juntas?); hay momentos verdaderamente enloquecedores: los tracks de QOTSA, Flaming Lips (las campanas al inicio de “Do you realize??” aquí se escuchan monumentales) y “Firestarter” de The Prodigy son más potentes que nunca.


Por su parte, los sonidos electrónicos acompañan perfectamente a las imágenes. Sólo que Moby parece haber mezclado todo con hueva. Las canciones simplemente están intercaladas una tras otra, como de DJ amateur. Aquí cabe preguntarse si las animaciones fueron producidas ex profeso para su mix o si él mezcló todo con el video ya acabado. Como sea que haya sido, no hay rigor en su trabajo. No sería mala idea asistir a ver el show con un par de audífonos con una buena mezcla sonando. Ahora que lo pienso, Moby no hizo ninguna mezcla. Eso no es música mezclada.
El show visual: IM-PRE-SIO-NAN-TE.

LODO

Lodo
Guillermo Fadanelli
Debate, 2002

Benito Torrentera es un profesor de filosofía cínico y punzante que por azares del destino se ve envuelto en una alocada travesía para proteger a Flor Eduarda (personaje llamado así, seguramente en una especie de homenaje a Flor Edwarda Gurrola, of Ultrasónicas fame), quien recién acaba de robar el Seven Eleven en que trabaja y que cree haber asesinado a su compañero de mostrador. A cambio de sexo, Torrentera la lleva lejos de la civilización para huir de la ley y, al mismo tiempo, darle lecciones retorcidas de filosofía. Fadanelli, autor de El día que la vea la voy a matar, Clarisa ya tiene un muerto y ¿Te veré en el desayuno?, entre otras novelas y libros de cuentos, presenta en Lodo una de sus mejores obras a la fecha.

FACETASM


Facetasm
Charles Burns & Gary Panter
Gates of heck, 1998

Pequeña pieza de colección hecha a dos manos entre dos de los comiqueros más interesantes de los tiempos alternativos del cómic gringo. Este librito es una colección de dibujos de caras de monstruos, gente extraña, freaks y todo tipo de seres en el mejor de los estilos de ambos artistas. La particularidad es que cada página está cortada en tres partes, permitiendo jugar con las caras, mezclando los rasgos de una con los de otra y las características de una más para ir creando nuevas caras una más horrorizante que la anterior. Al mezclarse los trazos exactos y refinados de Burns con los pincelazos urgentes y violentos de Panter se crea una atmósfera especialmente oscura, logrando un mayor efecto que cualquier cómic de horror chafón que puedas ver.

May 08, 2007

MIX TAPE

Mix tape. The art of cassette culture
Thurston Moore, ed.
Universe, 2004

Mix tape es una celebración de la cultura de eso que en México se conoce como “cassettes grabados”, o “cassettes de mezclas”: iconos representativos de una época, de una forma de relacionarse y de vivir la música. Grabar un cassette con canciones que uno escogía para regalar a alguien estimado es todo un ritual que puede ser cultural o de simple apareamiento. “El mensaje de la cinta podría ser: Te amo. Pienso en ti todo el tiempo. Escucha cómo me siento por ti. O quizá: Me amo. Soy una persona de buen gusto que escucha cosas de buen gusto. Esta cinta te dice todo de mí”, explica Dean Wareham, líder de Galaxy 500 y uno de los personajes reunidos por Thurston Moore para comentar y razonar sobre lo que Matias Viegener llama “una forma de arte folk americano”: el mix tape.

Thurston Moore, el guitarrista sensacional de Sonic Youth comienza haciendo una breve introducción a la historia del cassette grabado, por lo menos en el área de Nueva York, lugar del que Moore y la trouppe alterno-noise mamaron su educación vanguardista. Movido por el entusiasmo por los reproductores de cintas de los años 80, Moore presenció el movimiento en el mercado neoyorquino en donde los early rappers compraban sus monstruosos boomboxes para el rhymin´ y el breakdancin´. Ya en plena gira, la banda ponía los tapes que el público les regalaba, a veces un demo, otras, muchas, un mix tape, una selección personal de tracks que son una especie de tributo para el destinatario. El mismo Moore ponía sus compilaciones del rap de los primeros años, en esos aparatos monumentales –su reproductor de cassettes ocupaba un espacio entero en la van del grupo- que escupían el sonido como ningún otro reproductor podrá jamás: “La música sólo podría sonar así de bien saliendo de ese tipo de sistema”, dice Moore.

Para la edición de este documento, Moore le pidió a sus amigos –músicos de noise, artistas de la vanguardia de NY, poetas, músicos, diseñadores... Thurston no se junta con la chusma- que le enviaran los mix tapes que hubieran sobrevivido a esos años y contaran la historia alrededor de ellos. En el libro –que cuenta con un diseño espectacular- se pueden ver los casettes que la gente se mandaba, algunos verdaderas gemas, parte de la historia de la música contemporánea: un mix tape de jazz grabado por John Zorn, los collages punketos hechos para adornar los tapes que grababa Pushead (uno de los primeros artistas gráficos de la escena skate), las increíbles historias detrás de los mix tapes de Allison Anders, quien ha regalado cintas a monstruos como Wim Wenders, Quentin Tarantino, Patricia Arquette o Christian Slater y que tiene uno ya preparado para regalar a un rapero llamado Eminem. Destaca la selección de un cassette recibido por Mary Gaitskill, pues contiene la “música mexicana indescriptiblemente emocional de Califanes”. Ya sabemos que se refiere a la vieja banda de Saúl Hernández, que no llevaba esa letra “l”.

Las recopilaciones son sorprendentes, eclécticas como más no se puede ser, o como sólo un mix tape puede serlo: Tricky, Bikini Kill, Stevie Wonder, The Velvet Underground, Super Tramp, Klaus Nomi, Esquivel, Ringo Starr, Guided By Voices, The Clash, Jerry Lee Lewis, The Cure, Lush, Ray Barreto, Fugazi, Outkast, Scorpions, Prince… ah, y los Califanes.

May 02, 2007

A HISTORY OF VIOLENCE

A history of violence
John Wagner, Vince Locke, 1997
Vertigo

En la introducción de esta obra, Wagner juega con las piezas de su ajedrez personal, preparando el terreno y los nervios del lector. Sus suposiciones (`eres un ex marine, digamos, dueño de un pequeño negocio de refacciones automotrices en Phoenix. Una mañana recibes una llamada. La voz de un hombre: “Te vamos a matar”´ es una de ellas) parecen inverosímiles y aterradoras, sobre todo si las piezas del ajedrez son los peones, como uno. Todos somos promedio. La probabilidad de que un acontecimiento fuera de lo común cambie nuestra vida dándole un giro de 180 grados (como cuando un coche se estrella y termina volteado boca arriba) es baja. A menos que tengamos un secreto guardado y de pronto ya no se pueda ocultar. Pero ese secreto necesita ser muy grande como para cambiar el cauce del río. Y ultimadamente, ¿qué buen ciudadano guarda un secreto tan gordo que haga que su vida corra peligro? ¿Qué secretos puede guardar como para que de pronto en su vida se cruce la mafia neoyorquina, la sangre corra, las balas zumben y su hijo sea secuestrado?

Tom McKenna, un hombre con una vida plana, un negocito nada espectacular, casi sin profundidad y sin muchos atributos personales que lo hagan resaltar entre la población del pequeño pueblito en el que vive, tiene un pasado muy poco convencional y ahora el destino le pasa la factura. El escenario no es una metrópolis problemática y violenta, pero los muertos que Tom carga en la cajuela lo arrastrarán hacia allá. Tom se ha vuelto el héroe del pueblo; su súbita popularidad después de frustrar un intento de robo y asesinato en su propio café derrumba la coartada que ha sostenido su vida durante años. McKenna es un extraño a los ojos de su propia familia, y ahora su vida queda dividida en tres grandes momentos (¡¿queríamos emoción para esa vida grisácea?!): su adolescencia en Brooklyn y el inicio de su desgracia, el momento en que es hallado por sus perseguidores y debe tomar una decisión ya, y el punto en el que tiene que inhumar el lastre que carga sobre sus espaldas. Pero la narración de Wagner y el dibujo de Locke contribuyen al desenvolvimiento gradual de la historia y el sorprendente desencadenamiento de acontecimientos violentos: la narración es plácida, tranquila, sin baches, pero un tope sacará el vehículo del camino, con sus consecuencias. La intrusión del pasado rompe las ventanas de la apacible casita campirana que es la realidad actual de Tom. Tom ha camuflado la realidad. En el pasado ha logrado colarse en la fiesta de la mafia, ha comprado armas de alto calibre y ha planeado –junto a un amigo- su irrupción triunfal. Con ello dejará de ser un don nadie para ser algo más. Para ser algo. Pero su destino es volver a esconderse en las sombras y volverse genérico, pues su secreto no es tierno, no es gracioso; su secreto es una papa caliente que debe soltar. Tom abandonó NY para irse a Michigan. Abandonó hasta su nombre y su identidad, y ahora un par de mafiosos malencarados vienen a recordarle que en el pasado hubo un Joey que se cruzó en su camino y causó estragos.

David Cronenberg (The fly, Spider, Crash, etc.) y su version filmada de esta novela gráfica poco tienen que ver con ella. Que alguien más comente sobre su adaptación accidental, que yo no tengo ánimos de hacerlo.

CIUDAD DE CRISTAL

Ciudad de cristal
Paul Auster, Paul Karasik y David Mazzucchelli, 2004
Anagrama

Desde su primera edición en 1994, esta adaptación gráfica de la obra abridora de la Trilogía de Nueva York de Auster (que también se encuentra en español en edición de Anagrama), se volvió parte de las listas de obras más trascendentes en la historia del arte secuencial. En la introducción, Art Spiegelman narra la dificultad que representó encontrar al equipo idóneo capaz de adaptar con éxito esta difícil obra de Auster y las razones para hacerlo. “Cansado de ver mis ejemplares de Maus rodeados de libros de fantasía y manuales de juegos de rol, traté de acelerar el proceso”. El proceso al que se refiere es a la posibilidad de que, por fin, el cómic fuera considerado un producto cultural relevante, pues la larga tradición historietística del medio ha ido logrando con grandes esfuerzos que la etiqueta de “libros para niños” sea removida por fin de la mente de los lectores cautivos a los que los autores serios –o, más serios- intentan llegar. El medio de los cómics es un ghetto al que día con día se le van sumando pequeños ghettos. En la superficie, abarcando el mayor espectro del mercado se encuentran los títulos de superhéroes, con un público bien definido con un gran miedo a siquiera plantearse la idea de la experimentación narrativa y la búsqueda gráfica y visual. No por nada, cuando en 2002 la influyente revista del mainstream comiquero internacional, Wizard, lanzó su lista de los mejores Trade Paperbacks, ésta se encontraba plagada de títulos de héroes en spandex y había muy pocos espacios ocupados por títulos independientes y de temáticas menos tradicionales. Sobresalía una que otra muestra del esfuerzo de algunas casas por publicar a autores con inquietudes diferentes, como Cerebus de Dave Sim, Akira de Katsuhiro Otomo, Torso de Brian Michael Bendis, Sandman de Neil Gaiman y algunos más; pero los independientes eran los menos; acaso un tomo de Tony Millionaire y, para no dejar, Maus encabezando la lista.

La perseverancia de Spiegelman logró que se proyectaran adaptaciones de William Kennedy, John Updike y Paul Auster. Updike y otros autores como Lovecraft y Jack London han merecido ya que algunas editoriales lancen compilaciones con pequeñas adaptaciones de artistas indie, pero el objetivo de Spiegelman era más amplio, más ambicioso. Desde siempre Art y su mujer Francoise Mouly han apostado por ello. En 1988 la revista Versus entrevistó a Mouly y a pregunta expresa sobre si se consideraban idealistas al dedicar tamaños esfuerzos para echar a andar sus complejas ediciones, declaraba: “Sí y no, porque si fuera no podría seguir; y si no lo fuera, ¡no podría seguir!”, algo que sigue patente en esta edición. Lo que Spiegelman buscaba era que las obras de las que partían los trabajos de los artistas fueran traducidas, que pasaran de un lenguaje a otro con éxito. El trabajo final en Ciudad de cristal logra el objetivo; incluso logra más que eso. En Paul Karasik y David Mazzucchelli encontró un equipo lo suficientemente sacrificado y hábil como para que esta adaptación llegara a buen término. La historia de Auster fluye casi mágicamente, con una economía visual impresionante. Mazzucchelli, quien ya había demostrado su gran maestría desde los años 80 cuando revivió al lado de Frank Miller al viejo Batman en Year one, aquí apuesta por llevar las imágenes del guión de Karasik a su mínima expresión. Con un estilo casi absolutamente iconográfico, la obra es un juego visual de significantes y significados en el que las palabras se convierten representaciones de lo que está siendo narrado, con una gran contundencia narrativa lograda por medio de los pictogramas de Mazzucchelli.

En la historia, un escritor de novelas detectivescas baratas llamado Quinn y que publica bajo el seudónimo de William Wilson, se vuelve parte de un guión noir de la vida real del que no debería formar parte pero en el que se introduce por la inercia de un caso perturbador que envuelve a un hombre cuyas teorías sobre el lenguaje lo llevan a encerrar a su hijo quien, supuestamente, engendrará el lenguaje original de la inocencia, el lenguaje de dios, en una Babel neoyorquina. Así, y porque la historia de Peter Stillman –hijo del escritor de nombre... Peter Stillman- lo ha intrigado, Quinn se convierte en el investigador privado Paul Auster. Ese nuevo ser, quien ha sido llamado “detective privado post-existencialista” cobra un cheque a nombre de Paul Auster, el papel que está representando en su pulp personal. Pero, obviamente, existe un verdadero Paul Auster, uno de la vida real que es un escritor. De esta manera el escritor –-Auster- conoce al escritor –Quinn-Auster- que investiga el regreso del escritor -Stillman. Un juego de realidades dentro de un thriller que es el thriller de alguien más.

Las premisas en la historia son complejas y, en términos de realización, deben haber supuesto una gran complicación en su paso a la página, así que la fluidez que emanan las páginas, su aparente simplicidad, requieren de un arduo trabajo que llevara la abstracción de la narrativa de Auster, y así lo explica Spiegelman: “Ciudad de cristal es una obra que, en esencia, resulta sorprendentemente no visual: una compleja maraña de palabras e ideas abstractas expuestas con estilos narrativos que su autor se divierte en cambiar”. Hay momentos en la novela especialmente brillantes, como por ejemplo cuando el artista traduce de manera visual las representaciones sobre el origen del lenguaje –que toma lugar en el papel de Stillman hijo-; son de una conceptualización muy afortunada: cuando éste habla, los speech balloons salen de cavidades que representan una boca: un pozo, un frasco de tinta, una alcantarilla. Auster había advertido a Spiegelman que previo a su proyecto, otros intentos de llevar la historia a la pantalla grande habían fracasado por estas verdaderas barreras discursivas suyas.
La edición de la editorial española destaca especialmente por el buen trabajo de Cristina Ruiz en el rotulado. Acostumbrados como estamos a la absoluta falta de pericia para realizar ese tipo de trabajo en las ediciones traducidas de cómics de las editoriales mexicanas, resulta un oasis encontrar una edición que sepa respetar ese tipo de cosas, eligiendo una tipografía adecuada y sin atascar las páginas. Quizá se deba a que es una obra de Auster, lo cual casi automáticamente provoca respeto, pero esto es justamente lo que sucede a diario en el medio de los cómics, pues suelen ser tomados muy poco en serio, al fin que se trata de literatura barata. ¿Será?
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