De entrada, cuando uno mira la portada de este libro, se da cuenta de que parece estar arrugada, como si alguien hubiera estado manoseando el guardapolvos que lo envuelve. Luego, se da uno cuenta de que se trata de un truco visual. Muy acertado, nada como un poco de imperfección en un libro sobre el neurótico Allen. Un lector retentivo puede quedar intranquilo con esa apariencia como de segunda mano, pero es obvio que se trata justamente de una trampa para obsesivos compulsivos.
En 1975, Woody Allen trabajaba en una de sus películas más alabadas, Annie Hall. Paralelamente, el caricaturista Stuart Hample publicaba una tira que no lo satisfacía -Rich and famous. Como una iluminación, se le ocurre lo que, en verdad, resultó ser una magnífica idea: comenzar una nueva tira, pero ésta basada en la figura de Woody Allen. Una idea absolutamente original, a la que Allen accede y no solo eso: también le ofrece su ayuda. Se llamaría Inside Woody Allen, y King Features acepta distribuirla inmediatamente. Hample conoció a Woody a mediados de los años 50 por medio de Jack Rollins, manager del comediante. Cuando el caricaturista lo vio por primera vez, actuando en una de sus rutinas en un bar de Manhattan, lo describió como “un pelirrojo de veinticinco años, modales suaves y gafas, de piel pálida como la panza de una rana” quien desde entonces hacía bromas de sí mismo cargadas de autoescarnio. Humor para psicoterapeutas o estudiantes de filosofía. Antes de su éxito como cineasta, batallando por complacer a un público que no estaba acostumbrado a ese tipo de humor. En ocasiones, incluso sin recibir paga por su trabajo sobre el escenario. En otras, incapaz de arrancarles una sonrisa siquiera. “Tienes que gustarle a la audiencia, conectar emocionalmente contigo antes de que se rían con tus chistes. Sentían que estabas peleándote con ellos”, le explica Rollins a un atribulado Woody, inseguro -¿a poco?- de su desempeño.
Para la elaboración de las tiras, y luego de aprobar el proyecto, el mismo Allen le permitió a Hample leer sus libros de notas personales -no, no eran Moleskine-, en donde registraba todas sus ideas para chistes y situaciones, las cuales eventualmente usaba en sus shows de stand-up comedy, obras de teatro y películas. De ahí que muchos chistes sean realmente efectivos. La cuarta parte del libro, de nombre “Rationalizations & narcissism”, de hecho, conjunta las tiras en las que la situación es la siguiente: Woody escribe notas en su diario privado, mientras reposa en un sofá, camina por la calle -obviamente, tropezándose- o incluso pasea en patines. Con carta blanca para, literalmente, piratearse todo el material que quisiera tanto de notas como de películas y sketches, la tira tiene sus momentos.
En la entrada número 2,095 de su diario, se lee: “Debo admitir que creo en las teorías conspiratorias. Mi propio nacimiento se debió a una conspiración... dos adultos trabajando unidos para castigarme”. Sirve para comentar un aspecto importante y que ocupa otro capítulo entero, éste llamado “They exchanged gunfire daily”, en donde pone al descubierto su tortuosa relación con sus padres. Woody resiente ser su hijo y ellos también. La pareja no recuerda su fecha de nacimiento, detesta su personalidad e incluso cava una fosa para tiburones y cocodrilos alrededor de su casa para ver si así su buen hijo entiende que sus visitas no son gratas. Se puede decir que los modelos de familias disfuncionales tan socorridos en la televisión y el cine desde, digamos, la década de los años 90, le deben mucho a Woody Allen.
La tira es más bien mediocre. Por un lado,el dibujo de Stuart Hample es regular. Si bien diseñó unos cuantos personajes magníficos -como el del mismo Woody Allen, o el de su terapeuta, la doctora Ilsa Fobick-, sus dibujos de mujeres son más bien malos, lo cual desconcierta, hace demasiado ruido. Por otro, el humor de las tiras es en ocasiones hilarante -sobre todo en aquellas en las que se nota la mano de Allen- pero en otras es lo que se denomina como “cebo”: humor chabacano, sin mucha gracia. El libro refleja lo disparejo del proyecto. Muchas tiras son muy divertidas, otras no lo son en absoluto. La parte más aburrida es la segunda, “Every time she had an orgasm her nose grew longer”. En este capítulo se encuentran las tiras en las que se explora la relación del personaje con las mujeres. Un tema que se podría haber explotado mucho mejor, y que resulta verdaderamente fallido. Un ejemplo: en una situación, Woody trata de ligarse a una chica en el supermecado. La víctima le advierte que lo están grabando las cámaras del circuito cerrado. Woody se pone a bailar y cantar frente a la cámara. Verdaderamente, un gag muy malo.
Uno de los mayores aciertos es que los editores decidieron fotografiarlas tiras de sus originales. Esta tendencia, muy socorrida actualmente, permite apreciarlas en bruto, con las correcciones del autor, las separaciones de color para el impresor, y las “palomitas” que indican que la tira contiene todos los elementos que debe llevar (como los datos de la sindicación) y está lista para reproducirse. Es un vistazo a la manera de trabajar de los caricaturistas y de los medios de reproducción -ya arcaicos, por lo demás- de los diarios. Igual que la introducción, revela muchísimo más que las tiras mismas. Sobre todo, aprendemos un poco más de Woody Allen como individuo.
Es curioso enterarse de que este libro ha resultado toda una novedad incluso para seguidores de los filmes de Woody Allen, pues parece ser que la tira no fue muy conocida en su tiempo. Sin embargo, aquí en México, y gracias a las recopilaciones de Nueva Imagen, hubo un público que sí la leyó. Para quien no recuerde esos libros, su formato era el mismo que el de Mafalda de Quino o El Cuarto Reich de Palomo. Su público de lectores es el mismo, perteneciente a una generación liberal, de izquierda e intelectualizada. Dichas ediciones llevaban el nombre de Woody Allen. Un libro de humor. Un título poco imaginativo e inapropiado, pues las recopilaciones originales se llamaban Non-being and something-ness (el no ser y el algo), un juego de palabras con Being and nothingness, es decir, El ser y la nada, la obra de Jean Paul Sartre. La mala traducción (más bien nula) no es poca cosa, pues es una referencia vital, habla mucho del espíritu burlón e intelectualizado del humor de Woody Allen.
El caso es que no mucha gente conoció esta tira, y aun así los recursos y temáticas de los que echa mano han permeado lentamente en la cultura popular. Ahora es cotidiano encontrarse con caricaturas, series y cómics que hablan de la disfuncionalidad familiar, del fracaso emocional, de los problemas para relacionarse. Y de pronto, había un mafioso que asistía a sesiones de terapia (Tony Soprano) y hasta un grupo de nerds que han vuelto el geekdom popular entre la masa (The big bang theory). Acaso por esta tira cómica o por sus películas, la influencia de Woody Allen se ha extendido casi sin darnos cuenta.
Dread & superficiality. Woody Allen as comic strip
Stuart Hample
Abrams Comic Arts, 2009
Publicado en el suplemento El Ángel, de Reforma, el 21 de marzo de 2010
5 comments:
Buen post, me encanta Woody Allen, definitivamente de acuerdo contigo, como olvidar frases de él como: El sexo sólo es sucio si se hace bien.
SALUDOS niño.
Entonces se puede conseguir en México? Porque en verdad creo que el humor de este neurótico neoyorquino pocos lo tienen. Saludos :)
El librote yo lo conseguí aquí, pero nosé si las tiendas resurtan seguido es ematerial, pues es para los muy clavados. Amazon es siempre una buena opción.
Yo conseguí varios de esos libros en Donceles y/o la lagunilla
Maritza: claro, yo también los he conseguido en librerías de viejo. Fue muy difundida esa serie de tiras en Latinoamérica, aunque, como digo en mi reseña, en varios países no se conoció. Qué raro.
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