Luego de la mañana del 11 de septiembre de 2001, el panorama cambió subrepticiamente no solo en la política exterior de los Estados Unidos. Y no solo en los medios tradicionales, como la televisión. La ola expansiva del derribo de las Torres Gemelas alcanzó rincones aparentemente insospechados como los cómics. De hecho, el efecto fue inmediato. Se sabe de cómics en beneficio de las víctimas y las asociaciones médicas y humanitarias que fueron mandados a imprenta ¡cinco días después de ocurrida la tragedia! Hablemos de oportunismo y oportunidad.
¡El desastre es mi musa!
Art Spiegelman
Los títulos que afloraron son heterogéneos y son una muestra de la amplitud del mercado norteamericano. Editoriales del mainstream y casas pequeñas por igual lanzaron ediciones especiales. Los métodos de edición variaron. En el caso de 9-11, uno de las recopilaciones más conocidas, el primer tomo fue coeditado por Chaos!, Image y Dark Horse, mientras que el 2º por DC, en conjunción con sus filiales, como Vertigo, WildStorm y la revista MAD. The Comics Journal reportó en 2002 que la derrama económica derivada de 9-11 fue de $230,000 USD. Marvel, por su parte, donó un cheque de 1 millón de dólares a la Twin Towers Fund, dinero proveniente de sus dos ediciones especiales: Heroes y A Moment of Silence. También comenta la diferencia entre las ediciones de estas editoriales grandes y las independientes: en la presentación de las primeras hubo cobertura televisiva y radiofónica, en la de las pequeñas, no[i]. Y es que la tragedia norteamericana ha sido un pretexto perfecto para la especulación, el morbo y la voracidad. Un ejemplo es el nivel de culto al que se elevó el trailer de la primer película de Spider-Man en la que aparecían las Torres Gemelas y que hubo de ser reemplazado por uno más apegado a la realidad (la realidad: las Torres ya no están ahí).
Esa realidad es la que le da nombre al segundo libro sobre una guerra que publica Art Spiegelman: In the Shadow of No Towers. El primero, Maus, le llevó trece años en completarlo. Por esa razón, explica que nunca le interesó volverse caricaturista político, pues presume parcamente ser “un artista que se encuentra Dos Segundos Adelantado a Su Tiempo” y se declara incapacitado para hacer un comentario inmediato a lo que está pasando[ii]. Su timing para interpretar la realidad le lleva muchas más horas que, al parecer, a todos los artistas que se lanzaron a dibujar algo al respecto apenas habían caído las Torres. Me recuerda a “Action Painting II”, el óleo de Mark Tansey en donde un grupo de pintores retrata el despegue de un cohete espacial en el momento mismo del despegue –y lo terminan. Tal parece que los dibujantes trabajaban mientras las desesperadas víctimas preferían dejarse caer de cabeza antes que morir en el derrumbe, o mientras la densa nube de humo correteaba transeúntes en la calle. ¿Capacidad de reacción u olfato para los negocios?
La calamidad sacó a flote uno de los cuestionamientos más antiguos en contra de los cómics de superhéroes: si Superman, Spider-Man o quien se les ocurra han combatido misteriosas fuerzas cósmicas, monstruos descomunales, amenazas a la Democracia y la estabilidad de la Tierra (recordemos que el Capitán América derrotó a Hitler en una imaginaria aventura aparecida en el número 1 del héroe), es decir, si han podido con eso, ¿por qué no pudieron prever esto, que no fue poca cosa[iii]? Si Spidey posee un sentido arácnido que le alerta del peligro inminente, ¿por qué no le avisó de los aviones que se estrellarían en dos de los edificios más emblemáticos de la ciudad en la que vive? (Recordemos también que Peter Parker no habita en una ciudad imaginaria como la Gotham de Batman o la Metropolis de Superman) Para Robert Wilonsky, la frase “¡Miren en el cielo! ¡Es un ave! ¡Es un avión!” suena diferente[iv]. La verdad es que diferente suena a eufemismo. Suena ridículo. Si el avión se estrella en Norteamérica suena terrible, pero si es en otro país, se puede hacer un gag en Saturday Night Live y David Letterman y Jay Leno harán mofa de la villa en la que cayó, cosa que no pasó en sus programas posteriormente al acontecimiento.
El punto central es que la Democracia y el American Way of Life fueron cuestionados severamente con el atentado. Sucede que los editores de cómics de superhéroes se dieron cuenta de que estaban poniendo demasiada atención en aventuras supranormales, fuera de la realidad, y se estaban olvidando de los seres humanos. Un acontecimiento de tal magnitud suele despertar sentimientos que parecían enterrados o intensificar dramáticamente los ya existentes. El patriotismo es el más evidente. Los cómics, cartones políticos, posters, tarjetas coleccionables e incluso, en otro espectro artístico, la música, producidos inmediatamente después del 9-11 estaban henchidos de rabia, orgullo, patrioterismo, sed de venganza, melancolía, desolación y/o tristeza. Los viejos símbolos se re-erigen: la Estatua de la Libertad, El Tío Sam, el Águila Calva las mismas Torres refuerzan su valor icónico. Sirven igualmente para arrancar lágrimas que para desacralizar. Todo depende. Incluso, se rumoró que grupos de patrióticas mujeres corrieron a la zona de desastre para asistir a los voluntarios que levantaban escombros –y a los que en Marvel y DC dibujan musculosos, anatómicamente correctos y atractivos- en terapia de sexo gratuito. Una Joy Division de ésta, la guerra de nuestra generación.
La caricatura política editorial también recibió la radiación que emanaba del Ground Zero. Dos catedráticas estadounidenses encuentran similitudes entre el cartón político posterior al asesinato de Kennedy y el atentado a las Torres Gemelas en este renacimiento de valores tradicionales del país del norte[v]. Ese renacimiento, por lo menos en el lado Republicano de las cosas, ha provocado que la situación se asemeje a los tiempos Reaganianos.
Hay dos artistas gráficos por lo menos que han fungido como reporteros y que, con una mirada y una postura que solo da la experiencia directa, han desmenuzado la situación pre y post 9-11. Uno es Ted Rall, quien desde años antes de que sucedieran los hechos realizó viajes a Afganistán, recabando datos y observaciones que muchos editorialistas no poseen. “Cuando la atención se volcó sobre Afganistán, yo, definitivamente, tenía una ventaja”, concede[vi]. Ha convivido con gente de Turkmenistán, invitado en septiembre del año 2000 al desierto de Asia Central por el Embajador de E.U. para hablar del cartón político estadounidense y ha dibujado y escrito feroces piezas sobre su gobierno y su política invasora y algunas medidas que ha tildado de estúpidas.
Joe Sacco es el otro dibujante del que hablo. Recientemente, Verso ha reeditado un cómic-reportaje suyo que Harper’s publicó en 2007 sobre el entrenamiento de iraquíes disidentes en campos de adiestramiento en que Marines los enseñan a defender soldados norteamericanos. “Tenemos que hacer trizas a los reclutas para fortalecerlos”, exclama el Sargento Weaver mientras un atribulado Sacco toma las notas que darán forma a sus crónicas[vii]. Lo que atestigua lo lleva a las mismas conclusiones que las de Rall –por otro lado, nada difíciles de dilucidar-: los mandos militares actúan igual que el país al que sirven: son bullys, abusadores que aprovechan sus superioridad física, una que ni sus aliados ni sus enemigos poseen y que les permite seguir siendo una potencia (La Potencia).
Ted Rall y Gary Groth, editor de Fantagraphics Books sostuvieron una interesante disertación sobre este hecho. La conclusión es que los norteamericanos han vivido muy bien bajo el Modo de Vida Americano (que es a su vez el American Dream de los inmigrantes que han construido la nación) y saben que se ha llegado a este punto luego de las incursiones militares de sus gobiernos, las presiones económicas que imponen a las demás naciones, el colonialismo sistémico de la Casa Blanca, las reglas económicas puestas desde ese país. Rall pone como ejemplo los países antes pertenecientes a la URSS, que ha visitado, para expresar lo indeseable que sería para los ciudadanos de E.U. dejar de vivir en sus condiciones actuales. Lo que vio ahí es algo que le atemorizaría vivir en su propia nación: la decadencia de un imperio. “Estoy muy conflictuado por esto. En serio, moralmente, sé que la política exterior Americana es inmensamente inmoral y está equivocada”. Se trata de un periodista gráfico que disiente, al que ni siquiera se le puede considerar liberal en un sentido convencional. Ni el más liberal aceptaría vivir otro tipo de realidad, ni siquiera los hippies. Tomando esto en cuenta: ¿Cambiará algo que un negro gobierne a la SuperPotencia del Planeta Tierra? Yo mejor me voy a hojear cómics.
[i] DEAN, Michael, (2002), “9/11, Benefit Comics and the Dog-Eat-Dog World of Good Samaritanism”, The Comics Journal 247, pp: 9-17.
[ii] SPIEGELMAN, Art, (2004), “The sky is falling!”, en In the Shadow of No Towers; Nueva York: Pantheon.
[iii] En realidad, hay una explicación: el Capi América “derrotó” a Hitler cuando el Führer era ya una realidad, no antes. Tampoco lo lograron anticipar.
[iv] Citado en W WRIGHT, Bradford, (2001), “Spider-Man at Ground Zero”, en Comic Book Nation; Baltimore: John Hopkins, pp: 287-292.
[v] R. HOFFMAN, Donna y D. Howard, Alison (2007), “Representations of 9-11 in Editorial Cartoons”, Political Science & Politics Volumen XL, Número 2, pp: 271-274.
[vi] RALL, Ted, (2002) “The Ted Rall Interview”, entrevista de Gary Groth, The Comics Journal 247, pp: 77-99.
[vii] SACCO, Joe, (2007), “Down! Up!”, en War With No End; Nueva York: Verso, pp 83-98.
Publicado en El Ángel, suplemento del diario Reforma el 7 de agosto de 2008
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