August 13, 2008

Mort Drucker

LOCO POR MORT

Quien haya leído la revista MAD en los años 70, 80 y principios de los 90, recordará un puñado de artistas emblemáticos: Sergio Aragonés, Al Jaffee y Don Martin encabezan la lista en la que siguen otros de los más entrañables dibujantes de parodias televisivas y cinematográficas: Angelo Torres, Sam Viviano, Jack Davis y Mort Drucker. En esta ocasión rendimos tributo a este último, magnífico fisonomista y estrella por antonomasia de la burla abierta de las estrellas Hollywoodenses.

En MAD about the movies (MAD Books, 1998), un tomo recopilatorio de las películas de la Warner Brothers parodiadas en la revista MAD a lo largo de su historia, se pueden contar 24 cintas dibujadas por Drucker (1929). Junto a Angelo Torres se trata de uno de los caricaturistas más prolíficos de la publicación. No es poca cosa. En este mismo libro el nombre de Torres solamente se cuenta 12 veces. Significa que al público le gusta su trabajo, que sus editores han confiado plenamente en su capacidad. Para Al Feldstein, editor de la revista hasta 1984, Drucker es “el más grande caricaturista de Estados Unidos”. El editor cuenta que en los inicios de la revista, cuando se encontraba reclutando artistas, Mort llegó con su portafolios bajo el brazo. Al buscaba a un artista que supiera caricaturizar para ilustrar un artículo. Drucker nunca en su vida había hecho caricaturas de personas y, a pesar de ello logró hacerlo, y muy bien, volviéndose como ya comentamos, uno de los artistas de MAD con mayor número de comisiones de este tipo. Otra versión cuenta que Bill Gaines, dueño de EC, condicionó su contratación a que los Brooklyn Dodgers ganaran la Serie Mundial de ese año, 1956, cosa que sucedió.

Antes de retratar celebridades, la experiencia de Mort se encontraba en revistas humorísticas, de chistes gráficos, cómics y tiras cómicas de corte humorístico tales como Adventures of Bob Hope, World’s Finest Comics y Adventures of Jerry Lewis. Esa escuela se nota en el trabajo que le conocemos, pues es una combinación de cartoon y caricature, con un dominio del lenguaje de los cómics. Uno puede ver la evolución en su estilo –y claro, la evolución de la revista- en los libros que recopilan las parodias de MAD. Por ejemplo, Drucker fue el artista al que le tocó dibujar el Batman de la serie sesentera (con Burt Ward y Adam West), y años después, la versión cinematográfica de Tim Burton. La primer parodia se llamaba “Bats-man” y apareció en el número 105 de la revista y la segunda “Battyman”, que salió en el 289. Es decir, que ha sido testigo de los momentos, productos, acontecimientos y personajes más relevantes de la cultura popular desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, en todas sus variaciones y re-versiones. Por los pinceles y plumillas de Mort Drucker han pasado estrellas como, películas como El Exorcista (“The Ecchorcist”), Superman (“Superduperman”) y Los Gremlins (“The Grimlins”), series como Seinfeld (“Swinefilled”), Hospital General (“DeGenerate Hospital”) o Friends (“Fiends”). Para la trivia: el personaje de Voldemort, en la parodia de Harry Potter se llama Druckermort.

La revista, con los años, fue ganando adeptos y simpatías. Muchos lectores esperaban a ver la crítica de MAD antes de ir a ver una película. Pero al principio la cosa no era tan sencilla. Feldstein así lo cuenta en el caso particular de Mort Drucker. Primero, Feldstein y un escritor iban a ver la película que se iba a parodiar. En cuanto a cómo le hacía Drucker para retratar a los actores, aquí está la historia: “Al principio, teníamos que esperar hasta la inauguración, porque MAD estaba vetada en todos lados en los 50. Así que si intentaba conseguir un paquete de prensa que incluyera los fotogramas de la película como referencia para Mort, para que él pudiera sacar los personajes y cosas como esa, me colgaban. ‘Oh, ¿la revista MAD? ¡Olvídelo!’”. La cosa cambió con el pasar de los años, pues los lectores de la revista crecieron y, cuando ocuparon puestos en compañías productoras o de publicidad, ellos mismos le enviaban invitaciones para las premieres al equipo de MAD. Fuera de las fotos de artistas, Mort solo usa referencias para objetos muy específicos, como tanques de guerra. Lo demás, brota de su memoria.

Además de su talento para dibujar los rostros de sus víctimas, está su capacidad para dibujar fondos intrincados llenos de detalles, personajes, letreros y elementos graciosos, a veces en espacios muy reducidos. Se han analizado paneles de su trabajo, los cuales llegan a contener hasta 7 capas de elementos. También posee gran técnica para la composición de páginas, la perspectiva múltiple de sus escenas, el uso de espacios negativos, su ashurado distintivo (en tinta y lápiz) y correcta anatomía(su dibujo de manos es especialmente apreciado). Además, es autodidacta. El método de trabajo en MAD –los dibujos se hacían directamente sobre el papel, sin sketches previos- necesariamente volvía a sus creadores en artistas muy disciplinados.

Owen Fitzgerald, artista animador que trabajó en Blancanieves, fue su mayor influencia. Fitzgerald fue el editor del cómic de Bob Hope y Drucker unas veces dibujaba algunas páginas y otras números enteros. El estilo de Mort deriva del de su mentor. Por otro lado, su técnica de coloreado –básicamente acuarelas con lápices de colores- no es muy reconocida, quizá por esa razón existan pocas portadas hechas por él. Destaca una hecha entre él y Norman Mingo para el No. 122 de la revista, en el 68. Su siguiente portada no sale hasta un año después.

Además de su trabajo en MAD, Mort ha realizado otros trabajos reconocidos en diferentes ámbitos: trabajó en el campo de la animación, ilustró libros para niños, es coautor de Benchley, una tira publicada del 84 al 86 con Jerry Dumas, dibujó el poster de American Graffiti de George Lucas e hizo arte para un álbum de Anthrax. TV Guide y Time son revistas para las que dibujó portadas y los originales de estas últimas son parte del acervo del Instituto Smithsoniano de Washington, D.C. Mort fue ilustrador publicitario en los años 40 y 50, y confiesa que ese es el trabajo que más disfruta. En los posters diseñados por él se nota la evolución en el arte de los carteles –antes se usaba más a artistas tradicionales- pero también la influencia de MAD en el cine, pues otros dibujantes de la revista como Jack Davis han realizado el arte de diversos posters de películas.



Publicado en Milenio Diario, 4 de agosto de 2008

May 19, 2008

NORMAN MAILER: UN FUERA DE LA LEY PSÍQUICO


Norman Kingsley Mailer charla con un reportero; juntos beben té helado en el restaurante llamado Dragonfly. De pronto, Sookie, la mesera, notablemente molesta, los interrumpe con un desvergonzado: “¡Chicos, disculpen, paren su fiesta!”. Les anuncia que el almuerzo ha sido cancelado, “¿Estás feliz, Norman Mailer? ¡Cancelaron el almuerzo!”, y, burlonamente, les advierte que ello significa que no habrá más té helado, rebanadas de limón y, sobre todo, “¡no más sentarse en el café sin ordenar nada porque eres Norman Mailer y puedes hacerlo!” (el enojo de Sookie se debe a que el Dragonfly debe eliminar los almuerzos mientras sigan sin ser rentables). Luego, hojeando un ejemplar de algún libro de Mailer que hay sobre la mesa -¿Los tipos duros no bailan?, ¿Oswald?, ¿Los desnudos y los muertos?- extiende su mofa a su literatura –usa “grandes palabras”, le recrimina- hasta que Lorelai –la protagonista- se la lleva a la parte trasera del restaurante, donde Sookie reconoce que no es culpa de Mailer que las ventas estén tan bajas. Lo que sucede es que Sookie, además, ¡está embarazada!

La escena arriba descrita pertenece al capítulo 6 de la temporada 5 de la serie Gilmore Girls, llamado “Norman Mailer, I’m pregnant!” (eventualmente, Sookie regresa a la mesa de Mailer a darle el anuncio al escritor quien, aún sorprendido, la felicita). En E! Entertainment Television –qué otro lugar para legitimar los acontecimientos de la cultura popular- consideran a la serie uno de los mejores “placeres culpables”. Alguien comentaba: “en la serie ha aparecido Norman Mailer”. Bueno, en E! saben quién es el escritor de Nueva Jersey, aunque quizá ignoren que alguna vez acuchilló por la espalda a su esposa Adele Morales.

Mailer es un escritor –empresario literario, se llamaba a sí mismo- de nuestros tiempos, un reportero que observa los entretejes de la sociedad sobre la que escribe, incluido el entretenimiento (es autor de The faith of graffiti, uno de los documentos más serios sobre el graffiti en NY). “El tedio y el aburrimiento asesinan más existencias que la guerra”, decía. Abrió relatando su experiencia en la guerra y para el final aceptó hacer unos cuantos disparos en la guerra contra el tedio, desde la trinchera de una teleserie. A fin de cuentas, los acontecimientos diarios son de un absurdo tenaz. Sobre su escritura se ha comentado el hecho de que las orillas entre los géneros que manejaba eran borrosos, y de la misma manera se puede hablar de los acontecimientos vistos desde su postura de reportero/hombre de letras siempre alerta a los que sucede en el contexto sociopolítico del mundo que le rodea, aunque, eso sí, negándose a pensar en un la figura del escritor en términos políticos: “es lo mismo que pensar en alguien y empezar por el ano”. En Miami y el sitio de Chicago se puede comprobar esto. En dicha crónica, el, identificado como el cronista, analiza la figura de los precandidatos republicanos y sus seguidores desde el punto de vista de un televidente o, por lo menos, del asistente a un circo. De otra manera la absurda llegada de un elefante llamado Ana a la gala o la llegada de Nixon rodeado de las nixonettes y las nixonaires terminaría en una narración aburridísima, igual que la celebración misma, reportada por la prensa de esos años como insípida. Su descripción de Rockefeller en un momento se concentra en algo más que sus ideales políticos, particularmente en su voz a la Humphrey Bogart o Clark Gable. Él conocía el valor del espectáculo. Decía: “La única cosa que siempre nos promete la televisión es que, en el fondo, lo que vemos en ella no es real”.

Mailer es un moralista, en el mejor sentido, como lo fue Dostoievski. Le tocó vivir los años álgidos de la contracultura norteamericana –el verano del amor- pero a una edad mayor: en 1967 contaba ya con 44 años y opinaba que los Rolling Stones eran unos fingidos, cuya audiencia era “una manada de muchachos de clase trabajadora muy ensordecidos, desorbitados y sexuados”. El contacto con la contracultura le permitió darse cuenta de los caminos equivocados que los jóvenes estaban tomando. Enumeraba lo que puede arruinar a un buen escritor. Apatía y cobardía figuraban entre los factores perniciosos, pero también carencia de un mínimo de fama, frustraciones, los excesos de halagos y, también, de droga, licor y sexo. “Me pareció que estábamos hipotecando el futuro con la marihuana” y la dejó, declaró recientemente a Rolling Stone. La masturbación le parecía una actividad miserable pero por el contrario, una orgía le parecía una de las expresiones sexuales más altamente civilizadas que podía haber.

UN DRAMA DE SANGRE

Ya con la salud deteriorada, alcanzó a publicar una última obra, que ya ha levantado ámpulas: The castle in the forest (en español, El castillo en el bosque, Anagrama 2007). En ella, la premisa es la juventud de Hitler, uno por el que en un momento determinado siente cierta empatía (Mailer salió a defender al vilipendiado Günter Grass luego de que diera a conocer su participación en la Waffen-SS cuando tenía 17 años, declarando que él mismo habría a parar a las juventudes nazis de haber estado en el lugar del escritor polaco); el mismo individuo que atrajo a las masas porque, según sus palabras, era capaz de darle al pueblo alemán lo que éste exigía a gritos, entre otras cosas, hacer picadillo a la gente. “Por cierto, al final no (la) hacía picadillo (...) le tiraba gas”, remataba con un oscuro sentido del humor.

En la novela, un personaje llamado Dieter –o “D.T.”, como sería de una manera americanizada-, quien al parecer pertenece a la Sección Especial IV-2ª de la SS aunque, para ser más precisos, labora para el mejor servicio de inteligencia del mundo: las huestes del Diablo, decide narrar lo que sabe y lo que vio sobre la infancia y la adolescencia temprana del futuro Führer. Este narrador recrea lo que él llama una ironía –y no una falsa leyenda, aclara- de Hitler. Una que satisface a Himmler.

Debido a la sospecha de Heinrich “Heini” Himmler de un posible origen judío de Hitler, este agente especial es comisionado para realizar la investigación pertinente y, con conectes como los que posee, logra enterarse de que las especulaciones de Himmler no solo son infundadas, sino que el verdadero origen del carismático Adi –como lo llama Mailer en su obra- es algo menos terrible: solo es resultado de un doble incesto. Mejor ser hijo del incesto que judío. (Consideremos esto: en la escala de valores de los personajes, el bestialismo es menos grave que el adulterio, y solo merece 500 padrenuestros y 500 avemarías, y “¡no se hace el amor con un caballo grande por tan poco!”. Y el incesto lo es aún menos que el adulterio. Entonces, ¿qué son los judíos?) Resulta que Johann y Maria Anna, sus abuelos, son tío y sobrina carnales, como lo son Klara y Alois, sus padres.

COMO LA VIRGEN MARÍA

Johann Nepomuk Hiedler –apellido que luego se convierte en Hitler- ha preñado a Maria Anna Schicklgruber en un “acoplamiento apocalíptico”, con tan solo recostarse en un pajar, a la manera de la virgen María, es decir, de manera inverosímil pero con alguien dispuesto a creer tal disparate, en este caso, Himmler. El bastardo es Alois a quien hacen pasar como hijo de Georg, hermano de Johann, pues éste es un hombre decente.

El laberinto sanguíneo se puede seguir en las páginas del libro. Uno puede dibujar sus árboles genealógicos en papel o en la mente. Lo que resulta increíblemente interesante son las palabras del buen Himmler, feliz con tan desproporcionada historia: “Los genes agrarios [las itálicas son mías] de nuestro Führer, fortificados a lo largo de generaciones, han encontrado una metamorfosis triunfal en sus virtudes trascendentes”. Bueno, en esto tiene razón: la única mutación que ha sufrido Adi debido a las mezclas intrafamiliares es nacer con un solo testículo.

El narrador de El castillo... pregunta: “¿hay algún alemán que no intente comprender [a Hitler]?”. Sin embargo, Mailer sabía que explorar la vida de un personaje de tal magnitud podría representar una afrenta para un pueblo avergonzado. “[En Alemania] se prefiere barrer el pasado de Hitler bajo la alfombra [...] como una familia con un asesino entre sus miembros, sobre el que no se habla”, declaró en los días del lanzamiento de su libro. Para Mailer resultó más fructífero identificarse e incluso sentir compasión por su personaje que seguir el lugar común: tacharlo de cobarde. Del mismo tono era su opinión sobre, por ejemplo, Charles Manson. Y son ideas como esas las que le ganaron la etiqueta de autor explosivo, incluso contracultural. Cuando se supo la noticia de su muerte, el New York Times la anunció de la siguiente manera: “Norman Mailer, el combativo, controversial y a veces demasiado franco novelista, quien tuvo una presencia provocadora en las letras estadounidenses por más tiempo que ningún otro escritor de su generación, murió ayer [noviembre 10 de 2007] a los 84 años en Manhattan”. A veces demasiado franco. Una de sus ideas que sorprendieron al público proviene de una declaración que dio a Dick Cavett en su talk show. Pero nadie quedó más perpleja que su ex esposa Adele, pues el tema de la conversación era el asesinato. “Tampoco hubo entonces ninguna expresión de arrepentimiento, ni siquiera un atisbo, sólo su gélida prescindencia y, como siempre, su preocupación absoluta por sí mismo”, escribe la mujer en La última fiesta. Escenas de mi vida con Norman Mailer (Circe, 2000). ¿Pero qué dijo Mailer que estremeció tanto a Adele? Que él había experimentado el deseo de matar. Ni siquiera se refería al incidente sucedido con su esposa, hablaba en general.

El escritor era demasiado franco en muchos temas, pero una de las enemistades más conocidas fue la que se ganó con las feministas. Ellas, al lanzarse como candidato para la alcaldía de NY, lo llamaban “el cerdo más grande y reaccionario” (por su parte Adele Morales tenía sueños en los que lo mutilaba y le hacía vudú: “éste, cariño, es por lo que me hiciste a mí; éste, por las niñas: y éste, por mi jodida alma”, exclamaba la mujer en sus sueños. Cada quien su guerra). A las feministas las desnudaba (figurativamente) con sus opiniones. Las consideraba acomodaticias y sin agallas.

EL MAL

El castillo en el bosque sirve también para apreciar la gran capacidad analítica del escritor, la manera en que desmenuzaba la situación política de su país. Cuando Paul Krassner lo entrevistó hace ya más de 40 años su profecía rezaba que si la enfermedad en Estados Unidos seguía su avance, en algún momento la nación tendría su propio Hitler. En uno de sus últimos libros, ¿Por qué estamos en guerra? (Anagrama, 2003) –que, a diferencia de Why are we in Vietnam? (Picador, 2000), una obra de ficción publicada en 1967, es un compilado de conversaciones más una conferencia dictada en el Club de la Commonwealth en San Francisco ese mismo año- redondeaba esa vieja idea de la siguiente manera: en efecto, los EEUU, en tiempos del 9-11, se encontraba ya en un estado muy parecido al de la Alemania nazi, y “el 11 de septiembre hizo algo equivalente con la sensación de seguridad de los estadounidenses”.

El libro explora dos conceptos que han sido constantes en su obra: el bien y el mal. En 1963 aún se encontraba indagando al respecto: “Tengo la obsesión de averiguar cómo existe Dios. Si es un Dios esencial o un Dios existencial; si es Todopoderoso o si Él también es una criatura existencial combatida, que puede tener éxito o fracasar con su visión. Pienso que este tema se hará más perceptible mientras más novelas escriba”. Eventualmente, parece haber encontrado algo, y terminó reconociendo su creencia en Dios y su antítesis, el Diablo (el Maestro, en su último libro). “Me gusta creer en el Diablo, porque así me puedo explicar la existencia del Mal”, declaró un Mailer al que la muerte acechaba.

Por eso es que, según lo que vio en 1968 en la Convención Nacional Republicana fue que para los elefantes conservadores, aquella “gente de buen corazón pero que nunca había experimentado emociones muy fuertes”, mirar a los Estados Unidos en ruinas significaría que Dios había dejado de existir, un sentimiento que bien puede haber sentido el norteamericano promedio, fuera Republicano o Demócrata. Para él el Bien y el Mal, Dios y el Diablo se encuentran al mismo nivel, siendo capaces de trabajar juntos, de llegar a acuerdos. Mailer relata lo sucedido la mañana en que las Torres Gemelas cayeron: mientras su hija observaba el horror desde la ventana del apartamento de él en Brooklyn Heights, él lo miraba desde su hogar en Provincetown a través de las transmisiones en real time de CNN. Un Mailer afectado exclamó: “Dioses y demonios invadían Estados Unidos procedentes de la pantalla del televisor”.

Publicado en Metaplítica No. 58 (marzo-abril 2008), bajo el título "Norman Mailer: un moralista demasiado franco".

March 16, 2008

La Mosca


En 2006 apareció el último número de Adicta, una efímera y desconocida revista de música que se editó durante 4 meses –de abril a julio- en Toukán, editorial dirigida por Jaime Flores y que es hogar también de un par de publicaciones en las que quien esto escribe colabora mensualmente (Gorila y Virus, una dirigida al público skate aunque no solamente, y la otra especializada en graffiti, street art y gráfica urbana). Por una absoluta falta de promoción Adicta no sobrevivió, y con su desaparición se fue el entusiasta intento por hacer una revista que se saltara muchos de los clichés y vicios de las demás revistas que hay en los puestos y locales cerrados. Seguramente ese es el objetivo de todas y no sé si se logró, pero el intento fue muy gratificante, y se publicaron textos firmados por gente interesada en la música por sí misma y no en el bluff de los publirrelacionistas que suelen pasar por periodistas rockeros y que abundan en el medio.

Para desarrollar la revista sostuve charlas informales con Carlos Ramírez, director de la revista, y a quien le sugerí colaboradores y proyectos de columnas para darle la vuelta a lo que se publicaba en las demás revistas. Revisamos otras publicaciones que, a la postre, habrían de ser nuestra competencia y siempre llegamos a la misma conclusión: La Mosca sigue siendo la mejor revista musical en el DF (del resto del país no podemos hablar, pues cada lugar tendrá sus ediciones locales con características propias y que no hacen más que subrayar el duro centralismo que hace que una revista local gane espacio nacional sólo por ser producida en la capital).

La Mosca tiene una virtud especial, que le hace falta a la mayoría de las otras revistas: sus colaboradores suelen ser periodistas y escritores, no diletantes o fans. A pesar de la pedantería con la que se hace énfasis en esto –PERIODISTAS, escribió alguien alguna vez en un número, así, todo en mayúsculas, como si la profesión fuera noble, desinteresada y grandiosa por decreto. Pero el punto es que gran parte de sus artículos están escritos por gente brillante y conocedora, con datos pero también con bagaje que sustenta lo que escribe.

Hugo García Michel ha demostrado ser un buen editor al arropar a autores con posturas y opiniones divergentes a lo que él piensa. Se trata de un hombre chapado a la antigua –por decirlo de una forma- que ha expresado su desprecio o franco odio hacia cosas que lo han rebasado en el frenesí de la vida moderna. La más absurda es el teléfono celular, pero igualmente se puede hablar de géneros musicales o bandas que se han alejado de su horizonte. Hugo es como el tío rocanrolero que guarda LPs de bandas sesenteras, que sabe mucho de música y que en términos generales es más alivianado que los demás adultos, pero con el que no necesariamente los más jóvenes se (nos) pueden (podemos) sentir identificados. El efecto José Agustín: el señor de edad que sigue usando expresiones como “buena onda” y que en un punto se confunde con el caló Cachún Cachún Ra Ra. No me refiero literalmente al lenguaje verbal de HGM (que sí posee el cada vez más infumable Agustín), sino a su casi militante gusto por el rock de hace muchas décadas, volviéndolo el punto de partida para elegir lo que vale la pena y lo que no.

A pesar de esto La Mosca ha abierto espacios que en otras publicaciones se cierran: cómics (en donde yo mismo he publicado textos en espacios generosos y sin censura de ninguna clase), metal, literatura, música electrónica, jazz, literatura chafa –las reseñas de Joyas de la literatura universal eran magníficas- y más. En el pasado eran más obvios los prejuicios de HGM y sus colaboradores, como en la reseña Terrodisco, el primer álbum de Titán y a la que solo le faltaba que Fernando Rivera Calderón, quien lo criticó en esos años, rematara con un “¡ay esta juventud y su música ruidosa!”. Pero la globalización y el tiempo han permitido que las opiniones de los críticos se flexibilicen. Ahora a todos nos gusta el country, ¿no?

Eso en cuanto a cuestiones, digamos, ideológicas. Hay otro aspecto que tiene que ver con el tono en que los colaboradores escriben sus notas. Hay sentido del humor, crítica tenaz y dureza, rasgos que en otros ámbitos se suele confundir con ser “contracultural”. En un país en el que la crítica es blanda y (auto)complaciente, subirle de grados a la acidez suele pasar por temple y carácter. Yo creo que La Mosca simplemente es heredera directa de otras publicaciones que la antecedieron y que, esas sí, le metían calor al texto en tiempos en que hacerlo era, por lo menos, poco común. Una de ellas es –piensen lo que quieran- La Pusmoderna, A Sangre Fría (word on the street: García Michel habría copiado el formato tipo tabloide de la publicación de Mauricio Bares; HGM ha comentado y desdeñado este rumor urbano). Moho no, porque Fadanelli está en un lado opuesto a la tradición rockera, y seguramente suele reírse de la pleitesía al rock y los rockeros, aunque en un ejercicio de apertura ha sido entrevistado para las páginas de la revista (e incluso ha habido gente salida de las huestes Moho en las páginas de La Mosca: Eduardo Salgado, Constanza Rojas, yo mismo... y no es poca cosa, hasta antes de la fama del Fadanelli pre-Nexos, ser Moho significaba ser un apestado). HGM logró hacer comercial lo que era underground. Y ha ganado muchísima credibilidad al hacerlo.

Parte de la personalidad crítica de La Mosca está centrada en su continua crítica devastadora hacia el rock hecho en México. García Michel y algunos de sus colaboradores –con José Xavier Nava ya como el caballito de batalla con su Instituto Mexicano del Rock- han escrito sendos artículos para documentar la decadencia y decidida chafez de lo que ya se conoce como Rockcito y Rockcititito Mexicano, a base de poner el dedo en la llaga sin cesar para dejar patente la estupidez cerril de los rockstars mexicanos. No me imagino el panorama sin una revista con un nivel crítico como el de La Mosca, pero al mismo tiempo esa crítica –a veces más bien un problema personal sobre el que se necea constantemente- simple y sencillamente da pereza. Aunque uno suele estar de acuerdo con las críticas, no se puede dejar de pensar que, más que criticar, se esta pontificando. Y entonces se vuelve innegable el gran poder que se posee al editar una revista, al estar en los medios: ese nivel que se le ha exigido por años al rock mexicano o al periodismo, no está presente ni en Los Pechos Privilegiados (la banda de blues de GM) ni en sus notas sabatinas en Milenio. Son solo ocurrencias. Pero bueno, La Mosca es la mejor revista de música del DF y sus especiales son oro puro. ¿Ya lo había dicho?

January 21, 2008

HISTORIA SOCIAL DEL CÓMIC

Historia social del cómic
Terenci Moix, 1968
Bruguera

Casi 40 años han pasado desde que se publicó por primera vez Los cómics, arte para el consumo y formas pop, uno de los primeros estudios en español sobre el cómic desde perspectivas académicas. Desde aquella vez en que vio la luz, no había sido reeditado ni actualizado, volviéndose así un ejemplar de culto entre el público lector de cómics que trataba de explorar el medio y que buscaba ejemplares del ensayo en tiraderos y librerías de viejo. Ute Körner, agente de Bruguera, tras rescatar un ejemplar del libro con anotaciones hechas en 1974 por el autor, contacta a Ana María Moix, hermana de Terenci, pensando en regalarle el ejemplar como un recuerdo. Pero Ana María aprovechó la oportunidad de poner al día el famoso estudio de su hermano, y es así que este año tenemos esta primera reedición corregida y aumentada de tan simbólico libro. Ahora pasemos de la anécdota al contenido de Historia social del cómic, que es como se llama esta nueva versión del libro de Moix.

Para poner en contexto al lector, Moix inicia en “El cómic en la cosmología pop” repasando algunos fenómenos para comprender a lo que se refiere cuando habla del cómic como una forma de entretenimiento de la clase media: los mass media, la cultura pop, el camp. A fin de cuentas, son el cine, la televisión y los cómics producto de la modernidad en donde se engendran los nuevos mitos de la sociedad que consume –e incluso produce- sus productos: los artistas de cine, los cantantes populares, los personajes de los cómics. No sin razón, Terenci Moix llama a estos “los medios alienatorios más seguros”, cosa que el tiempo ha comprobado definitivamente. Sin embargo, en donde se le notan los años a su ensayo –que es resultado del momento que le tocó vivir al autor- es cuando expresa su deseo de que estos medios fueran “útiles a una ideología más progresista que la que suele guiarlos”; ideología trabajada desde el didactismo y el marxismo, se entiende. Cabe anotar que, desde siempre, no pocos creadores exploraron más caminos que los del cómic de la corriente principal –esto es, superhéroes, historias románticas, caricaturas de la televisión- proponiendo caminos alternos. Que The Spirit, Krazy Kat o los cómics de MAD escapen al análisis de Moix apunta a dos hipótesis: que se trate de un estudio sesgado, guiado por la ideología (que se deduce cuando al leer que Moix considera al cómic como al servicio de “una máquina opresora”), o bien que su autor sólo leyera títulos de héroes en spandex y las tiras cómicas dominicales. Es por eso que el título del libro en este segundo tiraje –propuesto por Terenci en sus apuntes- resulta incorrecto: el análisis de Moix parte de lecturas ideológicas y de la psicología de masas, no necesariamente de la sociedad, pues aunque existe una contextualización sobre el medio en el que se desenvolvían los títulos que se mencionan, el punto central del análisis no está relacionado con la historia o las costumbres de la época. Su obra es un derivado directo de los estudios que habían sido publicados también en esa década y que rescataban la cultura popular y la ponían en discusiones sobre high y low brow, como el reconocido Apocalípticos e integrados, de Umberto Eco [1965]; con un plus ideológico similar al de Para leer al Pato Donald [Dorfman y Mattelart, 1972]. El título original del libro de Moix era más acertado, describía justamente lo que se puede encontrar en sus páginas.

El espacio dedicado al cómic español de la posguerra española –el capítulo “El tebeo español en la historia”- es especialmente interesante. Allí podemos darnos cuenta cómo la historia del tebeo español es muy similar a la de los cuentos mexicanos: la misma voracidad de las editoriales, los mismos esquemas temáticos y en cuanto a personajes y títulos. De hecho se recuerdan los títulos que Editorial Novaro exportaba a España, siendo así que las lecturas de historietas en ocasiones eran las mismas tanto para los niños mexicanos como para los españoles. El lector español eventualmente se familiarizó con los títulos, sus personajes y sus autores, y “...a través de la King Features Syndicate, el joven español del momento trabó conocimiento con los grandes creadores del cómic norteamericano, como Alex Reymond, Harold Foster, Ray Moore, Burne Hogarth o Milton Caniff”, demostrándose que la industria editorial de España fue constante, creando lectores que han consumido historietas desde entonces y que lo siguen haciendo.
En “Los superhombres de la era de la depresión” se enlista una serie de acontecimientos que definitivamente influyeron en el auge de personajes con superpoderes y que se debe, anota Moix, a que “La caída de Wall Street [...] tuvo en el terreno de lo pop los resultados que cabía esperar en un momento tan favorable para la evasión”. Sin embargo, su análisis de los superhéroes resulta la más tendenciosa, pues prácticamente elimina cualquier posibilidad de leer cómics por puro entretenimiento, pues “los vuelos de Superman y sus amigos no pueden justificarse; es imposible aceptarlos como probables ni aun en el reino de las fantasías más desbocadas”; lo anterior borraría de golpe la literatura fantástica, la ciencia ficción y las fábulas en las que los animales hablan. Si bien existe razón en sus apuntes generales –por ejemplo, sobre el servicio de los héroes de las revistas a la propaganda imperialista, es decir, pues: “cuando fue necesario odiar a los rusos contribuyeron desde las páginas de los periódicos a la consecución de este odio popular”-, la crítica sustentada en adhesiones políticas deriva en razonamientos absurdos: los superpoderes de Superman son injustificables en cuanto tratan de imponer miedo y sumisión entre sus lectores; es decir, por una razón ideológica y no por una, digamos, física, porque representan al imperio. Una de las primeras imágenes que ilustran el libro es un cartel de una película en Cinemascope, anunciando la majestuosidad del sonido estereofónico y la pantalla curva y cómo los lentes anamórficos producen una sensación de realismo entre los espectadores. El desafortunado pie de foto dice: “Imposición en el público de un sentimiento de inferioridad ante la `grandiosidad´ del producto. Espectacularidad”. Habría qué preguntarle a los espectadores si lo que sintieron fue eso o sincera emoción. Aún así, el puñado de héroes que analiza es deshebrado brillantemente, agrupados de la siguiente manera: los hombres superiores (Flash Gordon, Batman) y los semidioses (Superman, el Capitán Marvel). Aparte, las amazonas como Wonder Woman, quien, dice Moix, “fue presentada con atributos poco atractivos: fetichista, masoquista e incluso lésbica”.
Para 2003, año del deceso de Moix debido al enfisema pulmonar, la novela gráfica (entendida como aquella que proponía Will Eisner con la edición de A Contract with God; formato ampliamente extendido -y entendido- en la actualidad, y no como aquella que menciona Moix, la cual se refiere a los cómics que siguen “las coordenadas estructurales de la novela burguesa”, de corte romántico y/o de aventuras) era ya una realidad, las editoriales independientes habían hecho explosión en los años 90, Vertigo, Heavy Metal y Raw eran incluso ya referencias viejas. Habría valido la pena poner al día (un poco más) tan interesante estudio, pues aparte de los juicios de valor típicos de la época, en esta obra tenemos un análisis muy claro del medio y su evolución, su significado para las masas, sus lectores; sin descuidar una descripción de la tipología, los formatos, el lenguaje del cómic y unos rápidos repasos a su historia. Terenci Moix fue, antes que nada, un lector de cómics que disfrutó su lectura –su hermana Ana María contaba cómo su hermano la empujaba a comprar los tebeos para niñas que a él le gustaban- y que deja claro que “poetas de la imagen pueden serlo tanto Eisenstein y Renoir como los creadores de Flash Gordon y Li’l Abner”.

MR. T


Al mundo de los reality shows solo le faltaba el nombre del tipo más rudo del orbe: Mr. T. En él, resuelve los pequeños grandes conflictos de la gente, siempre a su manera, The T way, un método basado en valores: Sereni-T, Tranquili-T, etc. ¿Quién es el ángel afroamericano del mohawk y las cadenas?

UN SORBO DE T
Nacido el 21 de mayo del 52 en un ghetto de Chicago bajo el nombre de Lawrence Tureaud, T es pionero de Wrestlemania, en la cual tuvo la oportunidad de luchar en su primer edición de 1985, haciendo mancuerna con Hulk Hogan. Su carrera como luchador no duró mucho pues en 1987 anunció su retiro, regresando sólo para participar como réferi invitado a un encuentro. Su verdadera carrera profesional la desarrolló frente a las cámaras, en donde alcanzó el éxito que con las luchas no consiguió jamás. Pero vayamos al principio.

ES NEGRO, ES RUDO Y LE DAN LÁSTIMA LOS TONTOS

La familia de Lawrence sobrevivía con 87 dólares al mes después de que el padre abandonó a su prolífica mujer: nada más tuvo con ella 12 hijos, de los cuales T era el segundo. Para sobrevivir en el ghetto comenzó a moldear su poderosa musculatura. Sus hermanos eran tan atléticos como él. “¡Si creen que soy grande, deberían ver a mis hermanos!”, decía. Pero T es una blanca paloma. No fue un mal estudiante, pues, para su suerte, posee una memoria fotográfica que lo mantuvo alejado de los aburridos libros. Además, trataba de mantenerse alejado de los problemas para evitarle disgustos a su madre y al resto de su tropa. Cuando se le pregunta qué pasaría si alguien osara dañar a su familia, amenaza: “¡Mi madre y mis niños significan lo máximo para mí! ¡Habrá mucho DOLOR y SANGRE!”.

El deporte era el recurso para alejarse de la violencia. T es un habilidoso luchador, pero también un consumado jugador de americano y hockey y las artes marciales las domina por igual. También estudió actuación lo cual nunca fue muy aparente. En Retro Hell lo describen así: "Mr. T forjó el camino a otros finos y multifacéticos actores como Alf y Arnold Schwarzenegger". Nadie es perfecto, ni siquiera Mr. T. Pero sus hazañas son múltiples: durante algún tiempo fue guardaespaldas de Muhammed Ali, Michael Jackson, Steve McQueen y Diana Ross; no bebe, ha sido policía militar y en el 2001 derrotó a un enemigo más feroz que Rocky Balboa: el cáncer. La BBC lo enlistó, entre Homero Simpson, Abraham Lincoln y Martin Luther King como uno de los norteamericanos más influyentes de la historia. Su dispareja carrera ha sido presa de la casualidad. Podría haber jugado para los Empacadores de Green Bay, pero una lesión en la rodilla no se lo permitió. Podría también haber hecho una gran carrera como guardaespaldas: a más de proteger estrellas, era sacaborrachos de Dingbat, un club de Chicago en donde su frase persuasiva era: “te advierto que mi paciencia es tan larga como mi cabello”; y claro, su cabeza rechinaba de limpia, entonces no lucía su popular mohawk, simplemente no había nada sobre ella. Pero su vida no estaba destinada a nada que no fuera el ring y el plató.

PRIMER NOMBRE: MR, SEGUNDO NOMBRE: PUNTO, APELLIDO: T

¿De dónde viene su corto pero fácilmente recordable seudónimo? De la forma corta de su nombre, Tero, que en 1970 acortó a T y le añadió el Mister para que la gente que pretendiera mandarle cartas TUVIERA que anteponer el título. Por otra parte, su famoso corte de pelo lo comenzó a utilizar tras ver unas imágenes de los guerreros Mandinka en National Gepgraphic. El corte era una manera de evidenciar su origen afro.

El rol de T en Rocky 3 se limitaba a unas cuantas líneas y cameos, pero Stallone le amplió el papel y lo catapultó a la fama. A partir de ahí, las cámaras se enamoraron de su imponente figura. Tras una aparición más en el cine (en Penitenciary 2) y un programa televisivo (Bizarre), hizo su entrada triunfal en las series de aventuras de los 80: The A Team (Los Magníficos, en México) por su papel de BA (bad attitude) Baracas, un rudo (rudísimo) guerrero militar que no le temía a nada, excepto a volar y que, en un acto de gran sensibilidad, tenía escenas de tierno amor. Allí ganaba la nada despreciable cantidad de 80 mil dólares semanales. Gracias a eso es que comienza a cotizarse cada vez más alto. En sus épocas gloriosas cobraba la friolera de 15,000 USD por aparición (dudo que sus colaboraciones para E! le reporten lo mismo, pero alguien tiene que pagar lo costoso que es mantener su pesada pedrería, valuada en 300,000 dolarucos colgando de su cuello). Su joyería, acabada en oro y pedrería le lleva una hora colocársela, y es cuidadosamente acicalada con un limpiador ultrasónico. El otro significado de sus cadenas de oro es la misma de los raperos neoyorquinos: un símbolo de la esclavitud y la pesada carga que debían arrastrar por los campos de algodón. T es un hombre religioso hasta en sus excentricidades: de sus orejas cuelgan 7 argollas: 7 por el significado religioso de los números 3, 4, y 7; por cierto: T decidió rebautizarse en 1978 dentro de la Iglesia de la Comunidad Cosmopolita.

EL HOMBRE MÁS RUDO DEL MUNDO

El mensaje de Mr. T es el de un predicador que trata de guiar al rebaño hacia el buen camino, pero a base de gritos y fuerza bruta. Su muñeco parlante regaña a los niños y les lanza mensajes-advertencias que han de corregir a las ovejas negras. “¡Estudia mucho!”, “¡Siempre escucha a tus padres!” y su famoso “I pity the fool!”. I pity the fool. Su lema, su ideología, y ahora, el nombre de su programa de televisión. Me dan lástima los tontos, frase que hizo famosa en Rocky y que se volvió su muletilla de batalla. Su caricatura (T-Force), su cómic (Mr. T and the T-Force) y todo lo que gravita alrededor de su figura va acompañado por la poderosa sentencia. Y Mr. T lleva su mensaje reivindicatorio de la raza negra en forma de mercancía oficial. Pee Wee Herman comía su multivitamínico cereal –“crispy sweet corn and oat cereal”-; hay Mr. T como desodorante para el auto, como punching bag, como chia head (esas cabezas para plantar semillas y de las cuales crece un bello ornamento de pasto) y como chip conductor T1, un adminículo tecnológico. Su influencia toca muchos aspectos de la vida norteamericana, por ejemplo, el Dr. Hibbert, personaje de los Simpson, durante un tiempo luce un look similar al suyo, y Poochie, el malogrado personaje de Itchy y Scratchy exclama “You the fool I pity!”. Mr. T está en todas partes, es omnipresente y poderoso. Y no, sus dos hijas no lucen el mismo corte de pelo que él, corte por el que, dice, paga millones de dólares. Sus hijas se pueden peinar como ellas así lo deseen. T es un angelito. Sus perros se llaman Peligro, Pesticida, Suicidio y Genocidio pero es un angelito. Si un niño se acercaba a pedirle un autógrafo para su copia de The T-Force, T le proponía un trato: “si no sabes leer, tu hermano mayor [o sea, él] lo hará por ti”. Un ángel. Cadenas, dinero y un irrenunciable espíritu de serie B. Eso es Mr. T.

Publicado en Milenio Diario; 20 de enero de 2008.
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