May 02, 2007

CIUDAD DE CRISTAL

Ciudad de cristal
Paul Auster, Paul Karasik y David Mazzucchelli, 2004
Anagrama

Desde su primera edición en 1994, esta adaptación gráfica de la obra abridora de la Trilogía de Nueva York de Auster (que también se encuentra en español en edición de Anagrama), se volvió parte de las listas de obras más trascendentes en la historia del arte secuencial. En la introducción, Art Spiegelman narra la dificultad que representó encontrar al equipo idóneo capaz de adaptar con éxito esta difícil obra de Auster y las razones para hacerlo. “Cansado de ver mis ejemplares de Maus rodeados de libros de fantasía y manuales de juegos de rol, traté de acelerar el proceso”. El proceso al que se refiere es a la posibilidad de que, por fin, el cómic fuera considerado un producto cultural relevante, pues la larga tradición historietística del medio ha ido logrando con grandes esfuerzos que la etiqueta de “libros para niños” sea removida por fin de la mente de los lectores cautivos a los que los autores serios –o, más serios- intentan llegar. El medio de los cómics es un ghetto al que día con día se le van sumando pequeños ghettos. En la superficie, abarcando el mayor espectro del mercado se encuentran los títulos de superhéroes, con un público bien definido con un gran miedo a siquiera plantearse la idea de la experimentación narrativa y la búsqueda gráfica y visual. No por nada, cuando en 2002 la influyente revista del mainstream comiquero internacional, Wizard, lanzó su lista de los mejores Trade Paperbacks, ésta se encontraba plagada de títulos de héroes en spandex y había muy pocos espacios ocupados por títulos independientes y de temáticas menos tradicionales. Sobresalía una que otra muestra del esfuerzo de algunas casas por publicar a autores con inquietudes diferentes, como Cerebus de Dave Sim, Akira de Katsuhiro Otomo, Torso de Brian Michael Bendis, Sandman de Neil Gaiman y algunos más; pero los independientes eran los menos; acaso un tomo de Tony Millionaire y, para no dejar, Maus encabezando la lista.

La perseverancia de Spiegelman logró que se proyectaran adaptaciones de William Kennedy, John Updike y Paul Auster. Updike y otros autores como Lovecraft y Jack London han merecido ya que algunas editoriales lancen compilaciones con pequeñas adaptaciones de artistas indie, pero el objetivo de Spiegelman era más amplio, más ambicioso. Desde siempre Art y su mujer Francoise Mouly han apostado por ello. En 1988 la revista Versus entrevistó a Mouly y a pregunta expresa sobre si se consideraban idealistas al dedicar tamaños esfuerzos para echar a andar sus complejas ediciones, declaraba: “Sí y no, porque si fuera no podría seguir; y si no lo fuera, ¡no podría seguir!”, algo que sigue patente en esta edición. Lo que Spiegelman buscaba era que las obras de las que partían los trabajos de los artistas fueran traducidas, que pasaran de un lenguaje a otro con éxito. El trabajo final en Ciudad de cristal logra el objetivo; incluso logra más que eso. En Paul Karasik y David Mazzucchelli encontró un equipo lo suficientemente sacrificado y hábil como para que esta adaptación llegara a buen término. La historia de Auster fluye casi mágicamente, con una economía visual impresionante. Mazzucchelli, quien ya había demostrado su gran maestría desde los años 80 cuando revivió al lado de Frank Miller al viejo Batman en Year one, aquí apuesta por llevar las imágenes del guión de Karasik a su mínima expresión. Con un estilo casi absolutamente iconográfico, la obra es un juego visual de significantes y significados en el que las palabras se convierten representaciones de lo que está siendo narrado, con una gran contundencia narrativa lograda por medio de los pictogramas de Mazzucchelli.

En la historia, un escritor de novelas detectivescas baratas llamado Quinn y que publica bajo el seudónimo de William Wilson, se vuelve parte de un guión noir de la vida real del que no debería formar parte pero en el que se introduce por la inercia de un caso perturbador que envuelve a un hombre cuyas teorías sobre el lenguaje lo llevan a encerrar a su hijo quien, supuestamente, engendrará el lenguaje original de la inocencia, el lenguaje de dios, en una Babel neoyorquina. Así, y porque la historia de Peter Stillman –hijo del escritor de nombre... Peter Stillman- lo ha intrigado, Quinn se convierte en el investigador privado Paul Auster. Ese nuevo ser, quien ha sido llamado “detective privado post-existencialista” cobra un cheque a nombre de Paul Auster, el papel que está representando en su pulp personal. Pero, obviamente, existe un verdadero Paul Auster, uno de la vida real que es un escritor. De esta manera el escritor –-Auster- conoce al escritor –Quinn-Auster- que investiga el regreso del escritor -Stillman. Un juego de realidades dentro de un thriller que es el thriller de alguien más.

Las premisas en la historia son complejas y, en términos de realización, deben haber supuesto una gran complicación en su paso a la página, así que la fluidez que emanan las páginas, su aparente simplicidad, requieren de un arduo trabajo que llevara la abstracción de la narrativa de Auster, y así lo explica Spiegelman: “Ciudad de cristal es una obra que, en esencia, resulta sorprendentemente no visual: una compleja maraña de palabras e ideas abstractas expuestas con estilos narrativos que su autor se divierte en cambiar”. Hay momentos en la novela especialmente brillantes, como por ejemplo cuando el artista traduce de manera visual las representaciones sobre el origen del lenguaje –que toma lugar en el papel de Stillman hijo-; son de una conceptualización muy afortunada: cuando éste habla, los speech balloons salen de cavidades que representan una boca: un pozo, un frasco de tinta, una alcantarilla. Auster había advertido a Spiegelman que previo a su proyecto, otros intentos de llevar la historia a la pantalla grande habían fracasado por estas verdaderas barreras discursivas suyas.
La edición de la editorial española destaca especialmente por el buen trabajo de Cristina Ruiz en el rotulado. Acostumbrados como estamos a la absoluta falta de pericia para realizar ese tipo de trabajo en las ediciones traducidas de cómics de las editoriales mexicanas, resulta un oasis encontrar una edición que sepa respetar ese tipo de cosas, eligiendo una tipografía adecuada y sin atascar las páginas. Quizá se deba a que es una obra de Auster, lo cual casi automáticamente provoca respeto, pero esto es justamente lo que sucede a diario en el medio de los cómics, pues suelen ser tomados muy poco en serio, al fin que se trata de literatura barata. ¿Será?

2 comments:

Anonymous said...

muy bueno! pero me huniera gustado escuchar algo mas de reflexiones sobre uno de los temas que se plantean en el libro.. ej la soledad

Jorge Flores-Oliver, aka Blumpi said...

ey, tienes razón. quizá en el futuro, tras una relectura sigan saliendo más cosas.
saludos.

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