Llego antes de la hora marcada en mi boleto sólo por si las dudas. Se ha estando rumorando que INTERPOL será la banda telonera, pero al final no es así y no hay nada que ver. El lugar se llena poco a poco y ya han llegado los mini Robert Smiths. El tiempo avanza y falta poco para que Robert Smith y su banda estén a escasos metros de mi lugar. Desde mi lugar alcanzo a ver a Joselo Rangel, de Café Tacuba, muy a la orden –recordemos que Cafeta alguna vez se llamó Alicia ya no vive aquí, y según sus palabras, era un pastiche de The Cure. A muchas bandas les pasa pero no todas lo aceptan. En fin, que la gente ya está ansiosa; ya son 12 años desde la primera vez que vino The Cure y ni siquiera tocaron en la ciudad de México. Yo comencé a escucharlos en la época de Wish; cuando ya habían pasado por el país y estos conciertos de ahora se antojaban como, probablemente, la última vez que tocarían en suelo nacional. No podíamos perdernos el acontecimiento.
Las cámaras de video comienzan a hacer tomas de gente –sobre todo chicas guapas y escotadas- que aparecen en las pantallas a los lados del escenario y de pronto, sin que nadie lo espere, las luces se apagan. Los gritos comienzan. No es cierto, no puede ser. Hemos esperado tanto que parece imposible que The Cure esté a punto de tocar frente a nosotros. Hace su aparición Simon Gallup, el mítico bajista cuya figura es casi tan popular como la del mismo Robert Smith. Comienza a juguetear con su bajo y no pareciera miembro de The Cure, sino de una banda de eso llamado rock alternativo, con su camiseta sin mangas, tatuajes en los brazos y una boina coronando su cabeza. El resto de la banda llega al escenario y juntos comienzan a tocar. En la prensa se ha dicho que los dos anteriores conciertos (en Monterrey y el Palacio) han abierto con "Lost", tema proveniente de su último álbum. Pero hoy no, esta vez comienzan con "Plainsong", canción con que comienza Disintegration, el disco que los volvió en la banda de culto que es ahora. Nos esperan sorpresas; no será un concierto predecible. Para cuando aparece Robert Smith, la gente se desborda, su imagen es muy poderosa, es un icono. Sigue "Shake dog shake", una potente rola de los años 80, de The Top, una muy buena canción, pero extraña, yo no la esperaba escuchar. En la pantalla, una imagen duplicada de un perro en constante agitación. No tengo hoja ni pluma para anotar el orden de las canciones, y eso acaba por olvidarse. No sé el número de canciones ni el orden, pero sí las atmósferas que se esparcieron por la cúpula del Palacio de los Deportes.
THIS IS THE END OF THE WORLD
El primer bloque consta de una combinación de éxitos de la banda combinados con rolas nuevas y algunos temas oscuros. Sirve para calentar motores y comenzar la cuenta regresiva. "Plainsong", "Shake dog shake", "Lovesong", "Disintegration", "In between days". De pronto se puede ver a Simon bailando por el escenario. Muy extraño, contrastante con el aura dark que siempre se le ha atribuido a The Cure. Durante el tiempo transcurrido del concierto, suenan muchas canciones de The Cure, el último disco. En la prensa se dice que el público no coreaba estas rolas porque son muy nuevas y nadie se las sabe, pero la audiencia de esta noche parece la más familiarizada con la banda y la gente corea "Going Nowhere", "Labyrinth", "Before three", "The end of the world", "Anniversary", "Us or them" (esa especie de metáfora sobre los juegos de poder de Bush), "alt.end", "Never", "The promise" (esta última, en una muestra de que The Cure no son solamente una banda simbólica, sino un conjunto de excelentes músicos), o sea, ¡casi todas las canciones del disco: 10 de 12!
A NIGHT LIKE THIS
Durante el concierto escuchamos varias canciones que no creímos escuchar jamás. En Monterrey el set fue pop, con los éxitos de The Cure (aquellas canciones conocidas por todos y que dan forma a Standing on the beach y a Galore, los dos discos de singles de la banda). Aquí nos regalaron un recital extraño y oscuro, nada complaciente para los nuevos fans, pero multivitamínico para los que escuchamos a Cure desde hace años. "From the edge of the deep gren sea", "Bloodflowers", "One hundred years", "Primary", "Grinding halt". Hemos pasado por momentos muy “comerciales” (no podían dejar de tocar algunos temas reconocibles, entre ellos "A night like this", "Charlotte sometimes"), pero para cuando el concierto llega a la mitad, nos sorprenden con un bloque total y absolutamente darkie: ahora suenan temas de las etapas más sombrías del grupo, canciones de Faith, Pornography, Bloodflowers y Disintegration. La densidad es tal que mucha gente se arrellana en su asiento. Incluso para un fan aferrado la travesía es dura y desconcertante. Ya nadie brinca ni baila –naturalmente-, y muy pocos corean lo que escuchan. Sorprende la concentración de los miembros del grupo, la clavadez y profundidad en The Cure han sido construidas cuidadosamente. En los temas especialmente largos hacen gala de una especie de virtuosismo brutal. En especial, "From the edge of the deep green sea", canción del disco Wish logra transmitir una sensación de ansiedad e inmediatez que no decae durante la duración del tema, y que la banda también alcanza sobre el escenario. Suenan igual que en el disco. Este bloque recuerda muchísimo el primer álbum en vivo de la banda –Concert- por la selección de canciones y porque contiene todo el sonido y las atmósferas de las etapas más depresivas de The Cure.
END
Después de la neblina que han creado Smith y compañía, todos esperamos un leve respiro, y Robert parece intuirlo, porque parece como si todos los muertos –nosotros- fuéramos a la disco de mano del grupo. Ahora siguen los temas bailables de la banda ("The walk", "Let´s go to bed", "Why can´t I be you?") y Robert Smith se presenta como un bizarrísimo maestro de ceremonias: toma el micrófono y se acerca a todos los extremos del escenario para incitar e invitar al público a que lo acompañe cantando y vibrando, incluso aquellos de las zonas menos favorecidas del Palacio, lo cual desencadena una masa de gritos y emociones muy particular. Pero Robert Smith es muy tímido y al jalar a la gente a la fiesta se vuelve un ser muy sombrío, da tristeza verlo tan feliz. Ya sabemos que el tiempo se agota y que este será el último encore. El final debe ser apoteósico y así es: en tres canciones hacen un recorrido veloz por todo lo que es The Cure: una serie de canciones de los inicios de la banda, entre ellas "Grinding Halt", de su época más cercana al neo punk que al dark y, para finalizar, un himno generacional, la canción con que la gente identifica el sonido de Cure: "Boys don´t cry". No hay nada más que pedir; han tocado lo que hemos querido aunque lo mejor habría sido asistir a todos los conciertos para de veras no perdernos nada. Es hora de regresar a casa por calles oscuras que no son londinenses pero que quedaron cubiertas por el manto nostálgico de The Cure.
Las cámaras de video comienzan a hacer tomas de gente –sobre todo chicas guapas y escotadas- que aparecen en las pantallas a los lados del escenario y de pronto, sin que nadie lo espere, las luces se apagan. Los gritos comienzan. No es cierto, no puede ser. Hemos esperado tanto que parece imposible que The Cure esté a punto de tocar frente a nosotros. Hace su aparición Simon Gallup, el mítico bajista cuya figura es casi tan popular como la del mismo Robert Smith. Comienza a juguetear con su bajo y no pareciera miembro de The Cure, sino de una banda de eso llamado rock alternativo, con su camiseta sin mangas, tatuajes en los brazos y una boina coronando su cabeza. El resto de la banda llega al escenario y juntos comienzan a tocar. En la prensa se ha dicho que los dos anteriores conciertos (en Monterrey y el Palacio) han abierto con "Lost", tema proveniente de su último álbum. Pero hoy no, esta vez comienzan con "Plainsong", canción con que comienza Disintegration, el disco que los volvió en la banda de culto que es ahora. Nos esperan sorpresas; no será un concierto predecible. Para cuando aparece Robert Smith, la gente se desborda, su imagen es muy poderosa, es un icono. Sigue "Shake dog shake", una potente rola de los años 80, de The Top, una muy buena canción, pero extraña, yo no la esperaba escuchar. En la pantalla, una imagen duplicada de un perro en constante agitación. No tengo hoja ni pluma para anotar el orden de las canciones, y eso acaba por olvidarse. No sé el número de canciones ni el orden, pero sí las atmósferas que se esparcieron por la cúpula del Palacio de los Deportes.
THIS IS THE END OF THE WORLD
El primer bloque consta de una combinación de éxitos de la banda combinados con rolas nuevas y algunos temas oscuros. Sirve para calentar motores y comenzar la cuenta regresiva. "Plainsong", "Shake dog shake", "Lovesong", "Disintegration", "In between days". De pronto se puede ver a Simon bailando por el escenario. Muy extraño, contrastante con el aura dark que siempre se le ha atribuido a The Cure. Durante el tiempo transcurrido del concierto, suenan muchas canciones de The Cure, el último disco. En la prensa se dice que el público no coreaba estas rolas porque son muy nuevas y nadie se las sabe, pero la audiencia de esta noche parece la más familiarizada con la banda y la gente corea "Going Nowhere", "Labyrinth", "Before three", "The end of the world", "Anniversary", "Us or them" (esa especie de metáfora sobre los juegos de poder de Bush), "alt.end", "Never", "The promise" (esta última, en una muestra de que The Cure no son solamente una banda simbólica, sino un conjunto de excelentes músicos), o sea, ¡casi todas las canciones del disco: 10 de 12!
A NIGHT LIKE THIS
Durante el concierto escuchamos varias canciones que no creímos escuchar jamás. En Monterrey el set fue pop, con los éxitos de The Cure (aquellas canciones conocidas por todos y que dan forma a Standing on the beach y a Galore, los dos discos de singles de la banda). Aquí nos regalaron un recital extraño y oscuro, nada complaciente para los nuevos fans, pero multivitamínico para los que escuchamos a Cure desde hace años. "From the edge of the deep gren sea", "Bloodflowers", "One hundred years", "Primary", "Grinding halt". Hemos pasado por momentos muy “comerciales” (no podían dejar de tocar algunos temas reconocibles, entre ellos "A night like this", "Charlotte sometimes"), pero para cuando el concierto llega a la mitad, nos sorprenden con un bloque total y absolutamente darkie: ahora suenan temas de las etapas más sombrías del grupo, canciones de Faith, Pornography, Bloodflowers y Disintegration. La densidad es tal que mucha gente se arrellana en su asiento. Incluso para un fan aferrado la travesía es dura y desconcertante. Ya nadie brinca ni baila –naturalmente-, y muy pocos corean lo que escuchan. Sorprende la concentración de los miembros del grupo, la clavadez y profundidad en The Cure han sido construidas cuidadosamente. En los temas especialmente largos hacen gala de una especie de virtuosismo brutal. En especial, "From the edge of the deep green sea", canción del disco Wish logra transmitir una sensación de ansiedad e inmediatez que no decae durante la duración del tema, y que la banda también alcanza sobre el escenario. Suenan igual que en el disco. Este bloque recuerda muchísimo el primer álbum en vivo de la banda –Concert- por la selección de canciones y porque contiene todo el sonido y las atmósferas de las etapas más depresivas de The Cure.
END
Después de la neblina que han creado Smith y compañía, todos esperamos un leve respiro, y Robert parece intuirlo, porque parece como si todos los muertos –nosotros- fuéramos a la disco de mano del grupo. Ahora siguen los temas bailables de la banda ("The walk", "Let´s go to bed", "Why can´t I be you?") y Robert Smith se presenta como un bizarrísimo maestro de ceremonias: toma el micrófono y se acerca a todos los extremos del escenario para incitar e invitar al público a que lo acompañe cantando y vibrando, incluso aquellos de las zonas menos favorecidas del Palacio, lo cual desencadena una masa de gritos y emociones muy particular. Pero Robert Smith es muy tímido y al jalar a la gente a la fiesta se vuelve un ser muy sombrío, da tristeza verlo tan feliz. Ya sabemos que el tiempo se agota y que este será el último encore. El final debe ser apoteósico y así es: en tres canciones hacen un recorrido veloz por todo lo que es The Cure: una serie de canciones de los inicios de la banda, entre ellas "Grinding Halt", de su época más cercana al neo punk que al dark y, para finalizar, un himno generacional, la canción con que la gente identifica el sonido de Cure: "Boys don´t cry". No hay nada más que pedir; han tocado lo que hemos querido aunque lo mejor habría sido asistir a todos los conciertos para de veras no perdernos nada. Es hora de regresar a casa por calles oscuras que no son londinenses pero que quedaron cubiertas por el manto nostálgico de The Cure.
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